Conectando mundos
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía un niño llamado Juan. Desde muy chico, Juan se sentía fascinado por las computadoras. Pasaba horas imaginando juegos y programas que podía crear si tan solo tuviera acceso a una. Sin embargo, su pueblo era de difícil acceso a la tecnología. No había Internet, ni tiendas de computadoras cercanas, y su familia, aunque amorosa, no podía permitirle tener una.
Un día, Juan decidió que no dejaría que eso lo detuviera. Se sentó en su patio, rodeado de sus amigos, y les dijo:
"¡Voy a aprender sobre computadoras! ¡Voy a crear un juego que todos podamos jugar!"
Sus amigos se miraron con incredulidad.
"¿Y cómo vas a hacer eso, Juan?" - preguntó Sofía, su mejor amiga.
"No lo sé todavía, pero buscaré la manera."
Con mucho esfuerzo y la ayuda de su familia, empezó a trabajar en su sueño. Su madre le trajo libros de la biblioteca del pueblo. Había uno que le encantaba, titulado "La Magia de los Códigos". Juan se pasaba las noches leyendo e imaginando cómo funcionaban esas extrañas líneas de números y letras.
Un día, su papá lo llevó a la ciudad por primera vez, a una feria de tecnología. Allí, Juan vio un mundo nuevo. Había computadores, tabletas y robotcitos programables por todas partes. Su corazón latía con fuerza y sus ojos brillaban. Cuando se acercó a un stand que enseñaba programación, se le acercó un hombre de barba canosa.
"Hola, pequeño, ¿estás interesado en la programación?" - le preguntó el hombre.
"Sí, sí! Quiero aprender a hacer juegos y programas" - contestó Juan emocionado.
"¡Eso es genial! Aquí tienes un lápiz y un papel. ¿Por qué no dibujas la idea de tu primer juego?" - le dijo el hombre.
Juan rápidamente comenzó a dibujar un juego en el que los personajes corrían por un bosque recolectando frutas. Cuando terminó, el hombre sonrió.
"Esa es una gran idea, Juan. Recuerda, no hay límites para lo que puedes crear. Te dejo este enlace a un curso en línea gratuito. ¡Sigue aprendiendo!"
Juan prometió que lo haría. Regresó a su pueblo lleno de ideas y entusiasmo. Al siguiente día, se puso a trabajar en su primer juego imaginario. A medida que pasaban los días, fue levantando planos en su mente. Pero había algo que no podía eludir: todavía no tenía computadora. Entonces, decidió fabricar una con cartones y un par de luces viejas que encontró en el desván. Sus amigos se rieron de su “computadora”, pero eso no lo detuvo.
"¡Miren! ¡Voy a programar!" - les decía mientras movía las luces.
Tras un año de esfuerzo y sacrificios, ocurrió algo inesperado: un grupo de estudiantes de la ciudad se enteraron de su historia a través de un concurso de proyectos. Decidieron ayudarlo:
"¡Vamos a traerte una computadora!" - dijeron entusiasmados.
Gracias a la gestión de sus nuevos amigos de la ciudad, al poco tiempo, llegó una computadora a la casa de Juan. Él no podía creer lo que veía.
"¡Es impresionante!" - gritó.
Con esa computadora, Juan se sumergió en el mundo de la programación. Cada día, aprendía algo nuevo. Pasó horas viendo tutoriales, diseñando su juego y compartiendo con sus amigos en el pueblo cómo funcionaban las computadoras.
Un día, después de meses de trabajo, Juan organizó una gran fiesta en su casa. Invitó a todos sus amigos del pueblo.
"Hoy, ¡por fin vamos a jugar a mi juego!" - anunció emocionado.
Los chicos llegaron, expectantes. Al poner su juego en la pantalla, todos quedaron maravillados. El bosque que había imaginado estaba lleno de aventuras y desafíos. Juan se sintió orgulloso de lo que había logrado.
"¡Es increíble, Juan! ¡Eres un genio!" - exclamó Sofía.
Y así, el pequeño Juan, que alguna vez soñó con computadoras en un pueblo apartado, había logrado crear su propio juego, compartiendo la magia de la tecnología con todos los que lo rodeaban.
Con perseverancia, creatividad y el amor de su familia y amigos, demostró que los sueños no tienen límites, y que con trabajo duro, cualquier cosa puede hacerse.
FIN.