Conejo travieso aprende a compartir
Había una vez un conejo muy travieso llamado Pupe. A Pupe le encantaba jugar todo el día y su amigo humano, Dino, siempre estaba dispuesto a acompañarlo en sus aventuras.
Un día, mientras jugaban en el jardín, Pupe vio un montón de zanahorias deliciosas cerca de la casa vecina. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia ellas y comenzó a comerlas con mucho entusiasmo.
Dino se acercó y le dijo: "Pupe, recuerda que debes pedir permiso antes de tomar algo que no es tuyo". Pupe miró a su amigo con los ojos llenos de culpa y respondió: "Lo siento, Dino. Me emocioné tanto con las zanahorias que olvidé preguntar".
Dino sonrió comprensivamente y le sugirió a Pupe que fuera a disculparse con el dueño de las zanahorias. Juntos fueron hacia la casa vecina y tocaron la puerta. Una señora amable abrió la puerta y Pupe se disculpó por haber comido sus zanahorias sin permiso.
La señora aceptó las disculpas del conejito travieso y le dio una bolsa llena de zanahorias frescas para llevarse a casa. Desde ese día, Pupe aprendió una valiosa lección sobre respetar la propiedad ajena y siempre pedir permiso antes de tomar algo.
Además, descubrió lo gratificante que puede ser hacer las cosas correctamente. Los días pasaban y Pupe seguía jugando con Dino en el jardín. Pero ahora también ayudaba en el cuidado del huerto donde crecían las zanahorias.
Aprendió a sembrar, regar y cuidar las plantas, esperando pacientemente a que las zanahorias crecieran para poder disfrutarlas juntos. Un día, mientras Pupe y Dino estaban en el huerto, notaron que algunas de las plantas se veían marchitas y tristes.
Pupe se acercó con curiosidad y descubrió que había un conejo nuevo en el vecindario llamado Lulú. Lulú parecía muy triste y solitario. Pupe se le acercó amigablemente y le preguntó qué le pasaba.
Lulú explicó que no tenía comida ni amigos porque su antiguo hogar había sido destruido por una tormenta. Pupe sintió mucha empatía por Lulú y decidió ayudarlo.
Juntos fueron a pedir ayuda a la señora del huerto, quien les permitió quedarse allí mientras encontraban un nuevo hogar. Pupe enseñó a Lulú cómo cuidar el huerto y juntos trabajaron duro para hacerlo florecer nuevamente. Pronto, el huerto estaba lleno de deliciosas zanahorias para todos los conejos del vecindario.
La amistad entre Pupe, Dino, Lulú y la señora del huerto creció día a día. Todos aprendieron la importancia de trabajar juntos, respetar la propiedad ajena y ayudar a aquellos que más lo necesitan.
Y así fue como Pupe dejó atrás sus travesuras para convertirse en un conejo responsable y solidario.
Siempre recordaría ese día en el que aprendió una valiosa lección sobre la importancia de pedir permiso y cómo esa lección lo llevó a construir amistades duraderas y a hacer el bien en su comunidad. Fin.
FIN.