Confianza en Dios



Había una vez un niño llamado Mateo que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Era un niño muy curioso y aventurero, siempre buscando nuevas emociones en cada rincón de su hogar.

Un día, mientras jugaba cerca del río, Mateo sintió una gran sed. Corrió hasta el agua para beber, pero se dio cuenta de que el río estaba casi seco.

Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras miraba al cielo y le preguntaba a Dios:- ¡Dios mío! ¿Por qué tengo tanta sed? No puedo encontrar agua en ningún lugar. En ese momento, Dios escuchó la tristeza de Mateo y decidió ayudarlo.

Desde lo alto del cielo envió a Agua, un personaje amigable hecho completamente de agua pura. Agua se acercó a Mateo con una sonrisa brillante y dijo:- ¡Hola, Mateo! Soy Agua. He venido para saciar tu sed.

Mateo se sorprendió al ver a Agua hablando con él, pero rápidamente respondió:- ¡Oh! Hola Agua. Estoy tan contento de verte. Tengo mucha sed. Agua le ofreció su mano transparente y juntos caminaron hacia el río donde solían jugar todos los días.

Pero cuando llegaron allí, vieron que el agua estaba demasiado baja como para beberla directamente. Mateo comenzó a sentirse desanimado nuevamente y suspiró profundamente. En ese momento apareció Cayado, una vara mágica llena de sabiduría que siempre había estado junto al río protegiendo la flora y fauna del lugar.

- ¡Hola, Mateo! Veo que tienes sed. No te preocupes, puedo ayudarte a encontrar agua. Mateo se iluminó de alegría y exclamó:- ¡Gracias, Cayado! No sabía qué hacer sin agua para beber.

Cayado extendió su brazo y señaló hacia una pequeña cueva escondida detrás de las rocas. Allí había un manantial cristalino lleno de agua fresca y pura. Mateo corrió hacia el manantial y bebió con avidez.

Se sintió revitalizado y feliz al saciar su sed después de tanto tiempo. Mientras bebía, Dios se acercó a él en forma humana para felicitarlo por haber encontrado el agua tan necesaria. Mateo estaba emocionado de ver a Dios frente a él.

- ¡Dios mío! Gracias por enviarme a Agua y Cayado para ayudarme. Ahora me siento mejor. Dios sonrió cálidamente y respondió:- Mateo, siempre estoy aquí para cuidar de ti y proveerte lo que necesitas.

A veces, la respuesta está justo delante tuyo, solo debes abrir los ojos y buscarla con perseverancia. Desde aquel día, Mateo aprendió la importancia de estar atento a las soluciones que Dios le brindaba en cada situación difícil que enfrentaba en su vida.

Y también aprendió que cuando tiene sed o cualquier otra necesidad, puede confiar en Dios para encontrar una solución adecuada.

Y así termina esta historia donde nuestros amigos Mateo, Agua, Cayado y Dios nos enseñan sobre la importancia de tener fe en momentos difíciles e ir tras nuestras metas sin rendirnos nunca.

FIN.

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