Conie y el Misterio del Pay de Manzana



Era un soleado sábado en la ciudad de Buenos Aires. Conie, una niña de siete años, estaba disfrutando de un día tranquilo en casa. Le encantaba dormir, así que todavía estaba en pijama mientras su papá preparaba un delicioso pay de manzana en la cocina.

"¡Mmm, qué rico huele!" - dijo Conie medio dormida, mientras se estiraba en el sofá.

Su papá, que ya había sacado la tarta del horno, sonrió y le respondió:

"Es un pay de manzana especial. Le puse un toque de canela para que esté aún más delicioso. Pero tendrás que esperar a que se enfríe un poco para comerlo."

Conie, que era un poco chinchosa, se puso de pie saltando.

"¡Pero tengo hambre ya! No puedo esperar más."

"Paciencia, querida. La paciencia es una virtud", contestó papá, mientras miraba la tarta enfriarse en la mesada.

Sin embargo, Conie no podía controlar su emoción y, mientras su papá se daba vuelta para limpiar, decidió que era el momento perfecto para servir un pedazo de pay en su plato. Se acercó sigilosamente a la mesa cuando de repente...

"¡Mmm!" - hizo una expresión de felicidad mientras se tragaba el primer bocado sin pensarlo dos veces. Pero justo en ese momento, se escuchó un gran ruido. La ventana estaba abierta y un pájaro curioso entró volando, atraído por el aroma del pay.

"¡Papá! ¡Hay un pájaro en casa!" - gritó Conie, mientras intentaba sostener la porción que había servido.

El pájaro, que parecía muy interesado en el pay de manzana, se posó rápidamente en la mesa.

"¡Hola, pequeña! Soy Pablo, el pájaro travieso. Vine a probar ese pay de manzana tan rico" - dijo el ave, parpadeando con ojos brillantes.

Conie se asustó un poco, pero luego se rió.

"¿Los pájaros pueden hablar?" - preguntó con curiosidad.

"¡Claro! A veces nos gusta visitar a los humanos cuando nos encanta el aroma de lo que están cocinando" - respondió Pablo "Pero no te preocupes, no quiero hacerte daño. Solo quiero un pedacito de tu pay."

Papá salió de la cocina al escuchar el alboroto, y al ver al pájaro se quedó asombrado.

"¡Vaya! Nunca había visto un pájaro que hablara. ¿Cómo te llamas?"

Pablo, muy orgulloso, contestó:

"Soy Pablo, el pájaro travieso. Estoy en busca de una aventura y el delicioso aroma de su pay me trajo hasta aquí."

Conie pensó por un momento y tuvo una idea.

"Si comparto mi pay con Pablo, tal vez me cuente sobre sus aventuras."

"Buena idea, Conie. La generosidad es muy importante" - agregó su papá, asintiendo con la cabeza. Con una sonrisa, Conie le ofreció un pequeño trozo de pay al pájaro, quien lo aceptó con gusto.

"¡Gracias, Conie!" - exclamó Pablo. "Te contaré sobre mi viaje a la ciudad y cómo ayudé a unas ardillas a encontrar su comida. Un día, volé hasta el parque más grande y conocí un montón de amigos."

Mientras Pablo relataba sus aventuras, Conie escuchaba con atención, olvidándose de su sueño y del tiempo. Se dio cuenta de que a veces es más divertido compartir y escuchar historias que solo comer.

El pájaro continuó contándole sobre sus travesuras -

"Una vez, jugué a perseguir a un gato, y ¡terminamos convirtiéndonos en amigos! Nos llevamos tan bien que él me enseñó a saltar y a escalar árboles. Siempre ayuda tener amigos, aunque sean diferentes a uno".

Conie se sintió inspirada por la historia de Pablo.

"A veces, soy un poco chinchosa porque me gusta tener mis cosas para mí sola... Pero me parece que compartir puede ser divertido, ¿no?"

Pablo sonrió y dijo:

"Exactamente, Conie. La vida es mucho más emocionante cuando compartimos y hacemos nuevos amigos."

Cuando el sol comenzó a ponerse, Pablo se despidió:

"Gracias por el pay y la compañía. Recuerda, cada vez que compartas, ¡puedes hacer una nueva amistad!"

Conie le sonrió al pájaro mientras él cruzaba la ventana, sintiéndose más feliz que nunca. Esa noche se metió en su cama, no solo sintiéndose satisfecha por el delicioso pay que había comido, sino también por haber aprendido la importancia de compartir y escuchar historias.

Desde entonces, Conie no solo disfrutaba de las cosas ricas en casa, sino que también invitaba a sus amigos a comer y compartir aventuras, así como había hecho con Pablo el pájaro. Un día, mientras soñaba, sintió que tal vez aún había más amigos esperándola fuera, listos para compartir nuevas historias y hacer nuevos recuerdos.

Y así, Conie se convirtió en la niña más generosa y aventurera del barrio, una verdadera amiga para todos.

"¡Buenas noches, Conie!" - le decía su papá mientras apagaba la luz.

"¡Buenas noches, papá! Sueño con aventuras y amigos" - respondió Conie antes de cerrar los ojos y dejarse llevar por un mundo de sueños llenos de magia y compañía.

FIN.

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