Constanza y el Misterio de los Números
En un soleado día de verano en Santiago de Chile, Constanza Hernández despertó emocionada. Era el último día de clases y ella sabía que había hecho un excelente trabajo durante todo el año. Sacar las mejores calificaciones en 1 básico no era tarea fácil, pero a ella le encantaban las matemáticas, así que lo había disfrutado mucho.
Constanza se sentó en su cama, acarició a su perro Renato, un Poodle juguetón y suave como una nube, y le dijo: - ¿Sabés qué, Renato? Hoy es el último día de clases y creo que estoy lista para recibir un premio por mis notas. - Woof! - contestó Renato, moviendo la cola con entusiasmo.
Mientras se preparaba para ir a la escuela, Constanza no podía dejar de pensar en el día especial que le esperaba. En la escuela, todos los compañeros estaban emocionados. La maestra, la señorita Elena, había preparado una sorpresa para todos.
Cuando llegó a la clase, vio que había globos de colores y una gran pancarta que decía: "¡Felicidades, Generación 1 Básico!". - ¡Qué lindo todo! - exclamó Constanza mientras sus amigos llegaban con sonrisas de oreja a oreja.
La señorita Elena, con su característica melodía en la voz, dijo: - Chicos, hoy celebramos todos los logros del año. ¡Todos han trabajado muy duro! Vamos a hacer un mini concurso de matemáticas para cerrar con broche de oro.
Los amigos de Constanza se miraron emocionados. A ella le brillaron los ojos. - ¡Matemáticas! - gritó. - ¡Me encanta!
El concurso empezó, y cada niño debía resolver un problema de matemáticas que la señorita Elena había preparado. Constanza estaba concentrada, ese era su momento. Cuando llegó su turno, la pregunta era: "Si tengo 10 manzanas y le doy 4 a un amigo, ¿cuántas manzanas me quedan?"
- 10 menos 4 es 6, quedan 6 manzanas. - respondió Constanza sin dudar.
La maestra sonrió y anotó su respuesta. Pero cuando llegó el último problema, algo inesperado sucedió. Un compañero de clase, el pequeño Lucas, comenzó a dudar ante una pregunta que le costaba entender. - No puedo, no sé la respuesta. - murmuró Lucas, preocupado.
Constanza lo miró y sintió que podía ayudar. Se acercó y le dijo: - ¡Lucas! Acordate de que podemos restar de manera divertida.
Lucas levantó la mirada, intrigado. - ¿De verdad? - preguntó.
- Sí, ¡vení! - lo invitó Constanza. En ese momento, se agachó para dibujar en el suelo con su tiza. - Imaginemos que tenemos 10 amigos en una fiesta. Si 4 se quieren ir, ¿cuántos quedan? -
Lucas empezó a sonreír al ver cómo Constanza hacía que las matemáticas fueran más fáciles y divertidas. - No queda nadie si se van todos, ¿cierto? - agregó Lucas, riendo.
- ¡Exacto! - dijo Constanza, orgullosa de haberlo ayudado. Cuando llegó su turno, Lucy también se sintió más valiente.
El concurso terminó con muchos aplausos. La señorita Elena, emocionada, dijo: - Estoy muy orgullosa de todos ustedes. Y Constanza, tenés un talento especial para ayudar a los demás con matemáticas. ¡Qué capacidad tenés!
Constanza estaba feliz, no solo por las felicitaciones, sino por haber ayudado a Lucas. Al final del día, recibió un diploma especial por sus logros y por su espíritu solidario.
- ¡Bravo, Constanza! - gritó su grupo de amigos. Renato ladró desde la primera fila como si estuviera aplaudiendo.
Esa tarde, Constanza y Renato regresaron a casa, caminando por las soleadas calles de Santiago. - ¿Ves, Renato? Puede que me encanten las matemáticas, pero ayudar a otros es aún mejor. - Woof! - volvió a ladrar Renato, como si entendiera, moviendo la cola.
Constanza miró hacia adelante, decidida. Sabía que, como las matemáticas, la amistad y el ayudar eran las soluciones para muchas problemáticas grandes o pequeñas. Porque al fin y al cabo, todo parte de resolver una ecuación que puede estar llena de sorpresas. Y en su pequeño mundo de números, todo era posible.
FIN.