Contando gotas de valentía
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Lluviosa, una niña llamada Rut Noemí. Rut Noemí era una niña curiosa y alegre, pero tenía un gran miedo a los truenos que retumbaban en el cielo durante las tormentas.
A pesar de eso, amaba la lluvia y disfrutaba mucho ver las gotas caer desde el techo de su casa.
Una tarde de primavera, mientras Rut Noemí observaba extasiada cómo las gotas de lluvia bailaban sobre el tejado de su hogar, se le ocurrió una idea brillante. Decidió contar cada una de esas diminutas gotitas que caían del cielo.
Rut Noemí se armó con papel y lápiz, y se dispuso a contar pacientemente cada gota que tocaba el suelo. "Uno... dos... tres... "- murmuraba mientras anotaba en su cuaderno.
Pronto se dio cuenta de lo difícil que era seguirle el ritmo a la lluvia, ¡las gotas caían tan rápido! Pero Rut Noemí no se rindió; estaba determinada a lograrlo. Con cada rayo y trueno que sonaba en la distancia, ella apretaba más fuerte su lápiz y seguía contando sin perder la esperanza.
De repente, cuando llevaba contadas cientos de gotas, algo inesperado ocurrió: el sol comenzó a brillar entre las nubes grises. La lluvia fue cesando poco a poco hasta detenerse por completo.
Rut Noemí sintió un brillo especial en su corazón al darse cuenta de que había perdido la oportunidad de contar todas las gotas como había planeado. Pero entonces recordó algo importante: lo valioso no era la cantidad de gotas contadas, sino la experiencia vivida y la perseverancia demostrada.
Con una sonrisa en el rostro, Rut Noemí guardó su cuaderno con los números inconclusos y salió corriendo al jardín para disfrutar del olor fresco que dejaba la lluvia en el aire.
Desde ese día, Rut Noemí supo que aunque no pudiera contar todas las gotas de lluvia que caían del cielo, siempre tendría consigo el recuerdo de aquella tarde mágica en la que desafió sus miedos y se atrevió a soñar bajo la lluvia.
Y así, entre risas y juegos bajo el sol resplandeciente, Rut Noemí aprendió una lección invaluable: lo importante no es llegar al final del camino con todas las respuestas o metas cumplidas; lo esencial es disfrutar del viaje con valentía y alegría en el corazón.
FIN.