Conversaciones Estelares



Era una noche mágica en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Cristofer, un niño curioso y soñador, se sentaba en su patio trasero con una manta sobre las piernas y una taza de chocolate caliente en las manos. Cada vez que caía la noche, los ojos de Cristofer brillaban más que las estrellas que iluminaban el cielo.

Esa noche no sería la excepción. Mirando hacia arriba, las estrellas parecían parpadear con fuerza, como si quisieran hablarle. Haciendo una pausa para saborear su chocolate, Cristofer decidió llamar a su estrella favorita: la más brillante de todas.

"¡Hola, Estrellita!" - dijo Cristofer, con una sonrisa en el rostro.

"¡Hola, Cristofer!" - respondió la estrella con una voz suave y melodiosa. "¿Qué te trae por aquí esta noche?"

"Solo quería conversar. Me encanta ver cómo te mueves en el cielo y cómo iluminás la oscuridad. ¿Sabías que en la Tierra la gente a veces se siente sola en la noche?"

"Sí, lo sé. Por eso estoy aquí, para ofrecer un poco de luz en la oscuridad. Cada estrella tiene su propia historia. ¿Te gustaría escuchar la mía?" - la estrella preguntó con entusiasmo.

"¡Seguro!" - dijo Cristofer, emocionado."¿De qué se trata?"

"Todo comenzó hace miles de años. Era un día muy especial y yo estaba nerviosa, porque iba a salir a brillar por primera vez. Pensé que no podría hacerlo, pero recibí un consejo de mi abuela estrella: 'Las luces más brillantes nacen de los miedos más profundos'."

El pequeño niño se quedó pensando mientras miraba a la estrella brillar.

"¿Y al final lo lograste?" - preguntó Cristofer.

"Sí, y ahora espero iluminar el camino de aquellos que buscan sueños en la oscuridad. Pero, Cristofito, ¡vos también tenés tu propia luz!" - la estrella exclamó con entusiasmo.

Christofer sintió un cosquilleo en el corazón.

"¿De verdad?" - preguntó, incrédulo.

"Por supuesto. Cada persona tiene una luz única que puede compartir. ¿Te gustaría saber cómo encenderla?"

"¡Claro!" - respondió Cristofer con energía.

"Primero, debes creer en ti mismo. La confianza es el primer paso. Segundo, ten curiosidad sobre el mundo. Tercer, nunca dejes de soñar. Y cuarto, ayúdale a otros a encontrar su luz. Eso lo hace brillar aún más."

Mientras la estrella hablaba, Cristofer se dio cuenta de que no sólo quería aprender de la estrella, sino también compartir.

"¿Puedo traer a mis amigos a que hablen con vos también?" - preguntó entusiasmado.

"¡Por supuesto! Cuantas más almas brillantes vengan, más luz habrá en el cielo. Así que ven, trama un plan para que todos se junten aquí y hablemos juntos. ¡Haré que las estrellas hagan una danza especial para ustedes!"

Christofer se sentó a pensar en todos sus amigos y cómo incorporar su luz. Había una acción en su mente cuando, de repente, escuchó un pequeño susurro. En la oscuridad, nació una idea brillante.

A la mañana siguiente, a la luz del día, Cristofer llamó a sus amigos: Sofía, Julián y Mateo.

"Chicos, tengo una idea. ¡Vamos a tener una noche de estrellas, donde hablemos con ellas!" - les dijo, emocionado.

Todo el día planearon cómo sería esa noche. Prepararon almohadas, mantas y bocadillos. Finalmente, cuando cayó la noche, Cristofer llevó a sus amigos a su patio bajo el manto estrellado.

"Iniciemos con un brindis por nuestra luz interior. ¡A las estrellas!" - dijo Cristofer, sosteniendo su vaso de jugo.

"¡A las estrellas!" - gritaron sus amigos.

Luego, con la mirada dirigida al cielo, Cristofer comenzó a hablar.

"Estrellita, ¡estamos aquí!"

La estrella respondió brillando más intensamente. Desde entonces, los amigos comenzaron a hacer preguntas.

"¿Cómo es vivir en el cielo?" - preguntó Julián.

"Es un lugar mágico. La vista es impresionante y siempre hay aventuras nuevas. Pero cada uno puede elegir dónde brillar, por eso es importante que no dejen de soñar." - respondió la estrella.

Las horas pasaban y las charlas se volvían más cálidas. En ese momento, descubrir que cada uno tenía su luz interior fue un momento extraordinario para todos.

"La noche es nuestra mejor aliada. Y ahora, ya sabemos que entre las estrellas podemos encontrar respuestas" - dijo Mateo, mientras los demás asentían.

Al amanecer, con el cielo tiñéndose de colores naranjas y rosas, la estrella les dijo:

"No olviden nunca que cada día es una nueva oportunidad para brillar. Lleven la luz en sus corazones y no dejen de ser curiosos. ¡Hasta pronto, pequeños soñadores!"

Y así, Cristofer y sus amigos volvieron a casa, con el corazón lleno de alegría y la promesa de que esa mágica noche, las estrellas estarían siempre en sus corazones.

Desde entonces, cada vez que miraban al cielo, no sólo veían estrellas. Ahora entendían que había un momento de luz y amistad, y eso los motivaba a seguir soñando.

Nunca olvidaron que la verdadera belleza de las estrellas reside no sólo en su luz, sino también en la luz que traen a las personas que se encuentran en el camino.

FIN.

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