Cookie Connections



Había una vez un nene llamado Mateo, al que le gustaban muchísimo las galletas. No importaba el sabor, la forma o el tamaño, él simplemente no podía resistirse a ellas.

Cada vez que veía una galleta, sus ojos se iluminaban y su boca comenzaba a salivar. Un día, mientras paseaba por el parque con su mamá, vio un puesto de galletas caseras. El aroma delicioso invadió su nariz y no pudo contenerse.

Se acercó al puesto y pidió una de cada tipo de galleta que vendían. La señora sonrió amablemente y le dio todas las galletas que había pedido. Mateo miró las galletas con alegría en sus ojos y decidió probarlas todas allí mismo.

Pero justo cuando iba a darle un mordisco a la primera galleta, apareció Lucas, un niño nuevo en el vecindario. "¡Hola Mateo! ¿Qué estás haciendo?", preguntó Lucas curioso al ver todas las galletas frente a Mateo.

"¡Hola Lucas! Estoy por comerme estas deliciosas galletas", respondió Mateo emocionado. "¿Puedo probar una?", preguntó Lucas tímidamente. Mateo nunca había compartido sus queridas galletas con nadie antes, pero algo en la voz de Lucas hizo que cambiara de opinión.

Decidió romper una pequeña parte de la primera galleta y se la ofreció a su nuevo amigo. "Aquí tienes", dijo Mateo sonriendo. Lucas probó la pequeña porción de esa deliciosa golosina y su rostro se iluminó.

Parecía que nunca había probado algo tan rico en su vida. "¡Está riquísima! ¿Me das un poquito más?", pidió Lucas emocionado. Mateo, viendo la felicidad en los ojos de Lucas, decidió romper otra porción un poco más grande y se la ofreció.

"¡Claro! Aquí tienes", respondió Mateo con una sonrisa aún más grande en su rostro. Los dos niños continuaron compartiendo las galletas hasta que no quedaba ninguna.

Mateo descubrió que compartir sus galletas con alguien más le daba una alegría especial, incluso mayor que comerlas solo. A partir de ese día, siempre compartía sus galletas con sus amigos y familiares. Un mes después, Mateo recibió una invitación para participar en el "Concurso Nacional de Repostería Infantil".

Decidió inscribirse y llevar su receta especial de galletas. El día del concurso, llegó al lugar lleno de emoción y nerviosismo. Cuando llegó el momento de probar las creaciones de los concursantes, todos quedaron sorprendidos al probar las galletas de Mateo.

Eran simplemente extraordinarias: crujientes por fuera, suaves por dentro y el sabor era perfecto. El jurado quedó impresionado por la creatividad e innovación que mostraban las galletas de Mateo. Finalmente, anunciaron a Mateo como el ganador del primer premio del concurso.

Todos aplaudieron emocionados mientras él subía al escenario a recibir su merecido reconocimiento.

Mateo aprendió una valiosa lección a través del amor por las galletas: compartir con los demás nos hace más felices y puede llevarnos a conseguir grandes logros. Desde aquel día, Mateo siguió horneando sus deliciosas galletas y compartiéndolas con todos los que lo rodeaban.

Y así, el nene al que le gustaban mucho las galletas descubrió que la verdadera magia de las golosinas estaba en compartir momentos especiales con los demás. Y desde entonces, su amor por las galletas se convirtió en un símbolo de amistad y generosidad para todos en su comunidad.

FIN.

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