Copito y el valor de la amistad



Había una vez un pequeño perrito llamado Copito, que vivía en un barrio tranquilo. Copito era un perrito de pelaje rizado y desordenado, lo que hacía que muchos lo consideraran —"feo" . Un día, su dueño, un niño llamado Lucas, decidió abandonarlo porque pensaba que no era bonito. Así fue como Copito se encontró solo en medio de la calle, a merced de sus propios temores y tristezas.

"¿Por qué soy tan feo?" - pensaba Copito mientras se acurrucaba en una esquina. Su corazón estaba lleno de tristeza y sentía que no había ningún lugar para él.

Ambos, feliz y solitario, pasaron los días en la calle, buscando comida y un lugar cálido donde pasar la noche. Aunque su pelaje no era el más bonito, Copito tenía un corazón lleno de amor, y eso era algo que no pudo evitar mostrar al mundo.

Un día, mientras exploraba un parque, Copito escuchó risas. Se asomó y vio a un grupo de niños jugando con sus perros. Sus ojos se iluminaron al ver tanta felicidad, pero al mismo tiempo sintió una punzada de tristeza.

"¡Mirá esa pelotita!" - dijo una niña con una sonrisa radiante.

"Pero mirá a ese perrito, es muy feo!" - respondía otra.

Copito agachó las orejas y se dio la vuelta, pensando que jamás podría ser parte de algo tan alegre. Sin embargo, justo en ese momento, una niña llamada Sofía lo vio.

"¡Mirá ese perrito!" - exclamó Sofía con entusiasmo. "Es muy lindo. Vamos a jugar con él!"

Sofía se acercó a Copito con cuidado, le sonrió y le dijo:

"¡Hola, amigo! ¿Querés jugar con nosotros?"

Copito sintió una corriente de amor en su corazón. Un poco tímido, dio un paso hacia adelante. Los niños comenzaron a jugar con él; le lanzaron una pelotita que corrió tras ella, sintiendo por primera vez que el compañero realmente había comprendido su espíritu.

Desde ese día, Sofía y sus amigos visitaban a Copito en el parque todos los días.

"¿Por qué no te llevamos a casa, amiguito?" - le preguntó Sofía un día, acariciándole la cabeza.

Y así fue como un día, los padres de Sofía decidieron llevarse a Copito a su hogar. La casa estaba llena de amor, abrazos y juegos. A pesar de que Copito no era el perrito más bonito, resultó ser el más leal y alegre que hubiera podido imaginar.

Con el tiempo, Sofía se dio cuenta de que lo realmente importante no era la apariencia, sino el amor y la alegría que Copito traía a su vida.

"No importa lo que digan otros, Copito es el mejor!" - decía Sofía, abrazándolo fuertemente.

"¡Sos hermoso para mí!" - le decía cada vez que jugaban juntos en el jardín.

Los otros niños, al ver la amistad entre Sofía y Copito, comenzaron a modificar sus percepciones.

"Quizás la belleza viene de adentro y no de afuera" - comentó uno de ellos, recordando cómo Copito siempre hacía reír a todos.

Con el tiempo, más niños comenzaron a querer a Copito, y todos comprendieron que la belleza estaba en ser queridos y en dar amor sin importar cómo se vea uno.

Al final, Copito no solo encontró un hogar donde lo querían, sino que también enseñó a todos los niños la importancia de aceptarse a uno mismo y valorar el amor de quienes te rodean.

"Gracias por darme una oportunidad" - ladró Copito en su mente, lleno de alegría en su nuevo hogar. Nunca había sido tan feliz.

Y así, el pequeño Copito vivió rodeado de amor y amigos, aprendiendo que, a veces, ser diferente es lo que te hace verdaderamente especial.

FIN.

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