Coraje y el Anillo del Poder
Había una vez, en un rincón olvidado del mundo, un pequeño pueblo llamado Valle Verde. En las afueras del pueblo se erguía un antiguo castillo, reconocido por sus muros desmoronados y un aire de misterio que lo envolvía. Los niños del pueblo se contaban historias sobre un anillo de poder escondido en ese castillo, y cómo quien lo encontrara podría hacer grandes cosas.
Un día, un valiente niño llamado Coraje decidió que era hora de descubrir la verdad detrás de las leyendas.
"Hoy es el día, voy a buscar ese anillo y demostrar que la valentía puede hacer maravillas", anunció Coraje a sus amigos, Lía y Tato, quienes lo miraron con asombro.
"Pero, ¿y si hay fantasmas o monstruos?" preguntó Lía, un poco nerviosa.
"¡No hay nada que temer! Solo es un castillo viejo. Además, ¡vamos juntos!", respondió Coraje, intentando infundirles confianza.
Así que los tres amigos, armados de linternas y una mochila llena de provisiones, se dirigieron al castillo. Mientras cruzaban el umbral, el aire era fresco y lleno de ecos. Las paredes estaban cubiertas de hiedra y en el suelo había hojas secas.
Adentrándose más, encontraron un largo pasillo que parecía no tener fin. De repente, escucharon un ruido extraño.
"¿Escucharon eso?", murmura Tato, temblando.
"Solo es el viento", dijo Coraje con firmeza, aunque en el fondo también sentía un escalofrío.
Finalmente, llegaron a una gran sala donde había un pedestal en el centro. Sobre el pedestal, brillaba un hermoso anillo.
"¡Ahí está!", exclamó Coraje.
Pero justo cuando Coraje se acercó, una sombra gigante apareció de la nada. Tenía alas enormes y ojos que resplandecían.
"¡Deténganse, intrusos! Este es el Anillo de Poder y solo puede ser llevado por alguien que realmente lo merece", rugió la sombra con una voz temblorosa.
"¿Y cómo sabemos si lo merecemos?", preguntó Lía, temblando un poco.
"Deben demostrar su valentía, su amistad y su bondad", respondió la sombra.
Coraje, al ver que sus amigos estaban asustados, se plantó firme.
"Vamos a demostrarle que somos valientes y buenos", dijo Coraje, mirando a sus amigos.
La sombra les propuso varias pruebas. Primero, debían ayudar a un viejo árbol que había perdido su fuerza.
"Debemos echarle agua y cuidarlo", sugirió Lía.
Con mucho esfuerzo, los tres niños trabajaron juntos y cuidosamente regaron el árbol hasta que sus hojas comenzaron a brillar nuevamente. La sombra sonrió desde las sombras.
"Bien hecho, han mostrado bondad. Ahora, la segunda prueba. Deben atravesar el laberinto de espejos sin andar en círculos.
Coraje se adelantó, guiando a Lía y Tato con su liderazgo. Después de un rato, lograron salir, cada uno haya evaluado su propio reflejo y superado sus inseguridades.
"¡Lo logramos!", gritó Tato con alegría.
La sombra, viendo el trabajo en equipo y el apoyo mutuo entre los amigos, aplaudió.
"Por último, deben dejar ir algo que realmente valoren", dijo la sombra.
Todos los amigos miraron a sus mochilas y pensaron en sus juguetes favoritos, pero Coraje, tras pensarlo, dijo:
"Dejemos algunas de nuestras provisiones. Hay otros niños en el pueblo que pueden necesitarlas más que nosotros".
Lía y Tato se unieron y también decidieron dejar algo. Conmovida, la sombra les entregó el Anillo de Poder.
"Este anillo no solo les dará poder, sino que les recordará siempre que la verdadera fuerza está en la amistad, la bondad y la valentía que tienen en sus corazones".
Coraje, Lía y Tato regresaron a Valle Verde, no solo con el anillo, sino con una valiosa lección de vida. El verdadero poder no residía en el anillo, sino en su unión y en ser los mejores amigos que podían ser.
Y así, cada vez que miraban el anillo, recordaban lo que habían aprendido en aquel castillo abandonado, lleno de magia y sorpresas. Y en el pueblo, siempre se contarían historias de Coraje, Lía y Tato, tres amigos que demostraron que el coraje y la amistad pueden vencer cualquier desafío.
FIN.