Coraline y la Puerta Mágica
Era una vez, en un pequeño barrio de Buenos Aires, una niña curiosa llamada Coraline. Tenía el cabello rizado y ojos brillantes que siempre estaban llenos de preguntas. Un día, mientras exploraba el viejo ático de su casa, encontró una puerta misteriosa, tapada con una cortina polvorienta.
"¿Qué habrá detrás de esta puerta?" - se preguntó Coraline, mientras sus dedos acariciaban la madera.
Cuando abrió la puerta, se encontró con un pasillo oscuro que parecía alargarse para siempre. Con un gran suspiro, comenzó a caminar por él.
Al final del pasillo, halló un mundo mágico que era increíblemente parecido al suyo, pero con colores más vivos y personas más amables. Allí había una versión de sus padres, pero eran un poco diferentes.
"¡Hola, Coraline!" - dijeron sus padres de otro mundo, sonriendo de oreja a oreja. "Nos alegra tanto verte. Aquí todo es maravilloso. ¡Puedes hacer lo que quieras!"
Coraline, emocionada, comenzó a explorar su nuevo hogar. Podía tener los juguetes que siempre había deseado, jugar con criaturas fantásticas y comer dulces a todas horas. Pero a medida que los días pasaban, se dio cuenta de que algo no estaba bien.
"¿Por qué siempre están tan felices?" - preguntó Coraline un día, mientras jugueteaba con un dragón de papel.
"Porque aquí notamos lo que realmente quieres, querida. Todo es perfecto," respondió su madre de otro mundo.
Coraline, con su curiosidad natural, comenzó a notar detalles inquietantes. Las sonrisas de sus padres de otro mundo se sentían forzadas, y siempre le hablaban de lo maravillosa que era su vida allí sin dejarla salir a explorar más allá de ese mágico lugar.
Una noche, mientras observaba las estrellas en un cielo brillante, un pequeño ratón que la observaba desde la esquina del balcón le dijo:
"Este mundo no es más que una ilusión, Coraline. No es real. Tienes que volver a casa."
Coraline se sintió confundida y triste. No quería dejar aquel lugar que parecía tan perfecto, pero también entendía que no podía seguir allí si eso significaba renunciar a su verdadera vida. Fue entonces cuando decidió irse a casa.
Cuando le contó a sus padres de otro mundo su decisión, ellos no estaban contentos.
"No, Coraline, no puedes irte. Aquí eres especial y todo es perfecto. Olvida tu otra vida."
"Pero yo quiero ver a mis amigos, quiero jugar en el parque y comer pasteles de mi abuela. No puedo quedarme aquí. ¡No es real!" - respondió Coraline con determinación.
Y así, comenzó su aventura para encontrar la puerta de regreso. Pero sus padres de otro mundo intentaron detenerla, usando trucos y engaños. Coraline permaneció firme y con astucia logró esquivar cada obstáculo.
Finalmente, tras enfrentar varios desafíos y engaños, Coraline encontró la puerta que la llevaría de vuelta a casa. Con un último vistazo atrás, vio cómo sus padres de otro mundo se desvanecían en el aire.
"Nunca más volveré a dejar que alguien me engañe con promesas falsas de un mundo perfecto," pensó.
Al regresar a su hogar, Coraline se dio cuenta de que la vida en su mundo real, con sus imperfecciones y alegrías, era mucho más valiosa. Comenzó a explorar su barrio y a hacer nuevos amigos.
"El mundo real no siempre es perfecto, pero está lleno de amor y aventuras," se dijo Coraline a sí misma, mientras corneaba por un sendero del parque.
Y así, Coraline aprendió a valorar su propia vida y a disfrutar de cada momento. Desde entonces, siempre recordaba aquella puerta mágica como una lección importante: La verdadera felicidad se encuentra en el amor y la autenticidad, no en las ilusiones que a veces parecen perfectas.
Fin.
FIN.