Corazones Sin Fronteras
En un pequeño y acogedor orfanato en las afueras de la ciudad, vivían Simba, un perrito cojo con el pelaje dorado brillante, y Li, un niño cojo con una sonrisa tan grande como el sol.
Ambos compartían algo más que su discapacidad: tenían un espíritu valiente y una conexión única que los hacía inseparables. "¡Hola Simba!", exclamaba Li todas las mañanas al despertar. "¡Guau guau!", respondía Simba moviendo la cola con alegría.
A pesar de sus limitaciones físicas, juntos descubrieron cómo superar cualquier obstáculo que se les presentara. Un día, mientras jugaban en el patio del orfanato, vieron a Lucas, un niño malhumorado que siempre se burlaba de ellos por ser diferentes.
"Miren a estos dos patéticos discapacitados", se burló Lucas con una risa desagradable. Li sintió cómo la tristeza invadía su corazón, pero Simba le dio una mirada llena de determinación.
Sabían que tenían que demostrarle a Lucas y a todos que estar discapacitado no era un límite. Decidieron participar en la carrera anual del orfanato, donde todos los niños competían para llegar primero a la meta.
A pesar de las dudas de algunos sobre si podrían hacerlo, Li montó a Simba en su espalda y juntos iniciaron la carrera con valentía. Durante el desarrollo de la carrera, enfrentaron varios desafíos: obstáculos en el camino, cansancio en sus piernas y risas burlonas detrás de ellos.
Pero cada vez que sentían ganas de rendirse, recordaban lo importante que era demostrar su fuerza interior. Con esfuerzo y trabajo en equipo lograron avanzar hasta quedar cara a cara con Lucas cerca de la meta.
En ese momento crucial, Li extendió su mano hacia adelante mientras Simba ladraba animándolo. Finalmente cruzaron juntos la línea final ante los aplausos emocionados de todos los presentes. Lucas observaba sorprendido desde atrás sin poder creer lo que acababa de presenciar.
Esa noche, bajo las estrellas brillantes del cielo nocturno, Li y Simba compartieron sus sueños más profundos:"Gracias por creer en mí cuando nadie más lo hacía", dijo Li acariciando a Simba.
"Guau guau", respondió Simba apoyando su cabeza en el regazo de Li. El tiempo pasó y ambos se convirtieron en símbolos vivientes de perseverancia e inspiración para todos en el orfanato. Incluso Lucas aprendió una valiosa lección sobre aceptación y respeto hacia aquellos que son diferentes.
La moraleja quedó grabada en los corazones de quienes presenciaron esa increíble historia: estar discapacitado no es un límite cuando tienes amor propio y alguien especial junto a ti para iluminar tu camino hacia la victoria.
Y así fue como Simba y Li demostraron al mundo entero que juntos podían lograr cualquier cosa.
FIN.