Cosquillas mágicas


Había una vez una familia muy divertida y bromista compuesta por Alba, Mar, Aurora y Migue. Siempre encontraban la manera de hacer reír a todos con sus ocurrencias y chistes.

Pero un día, algo extraño sucedió: dejaron de hacer gracia. Alba fue la primera en notarlo. Solía ser la más risueña de todos, pero de repente se volvió seria y callada.

Mar, su hermana mayor, también comenzó a comportarse de manera distinta; ya no hacía sus típicas imitaciones ni contaba sus chistes favoritos. Incluso Aurora, la mamá de la familia, parecía haber perdido su sentido del humor.

Migue era el único que aún intentaba hacer reír a los demás con sus payasadas, pero nada parecía funcionar. Estaba preocupado por ver a su familia tan triste y decidió investigar qué les estaba pasando.

Un día mientras jugaban en el jardín trasero de su casa, Migue se acercó a Alba y le preguntó:- Alba ¿qué te pasa? Ya no eres tan divertida como antes. - No lo sé Migue -respondió ella con voz apagada-. De repente me siento así sin razón alguna. Migue decidió hablar con Mar para contarle lo que había descubierto sobre Alba.

- Mar -dijo Migue preocupado-, creo que algo le pasa a Alba. Ha perdido su alegría y no sé cómo ayudarla.

Mar escuchó atentamente las palabras de Migue y pensó durante unos segundos antes de responder:- Tal vez deberíamos hablarlo con mamá -sugirió Mar-. A lo mejor ella puede ayudarnos a entender qué está pasando. Sin perder tiempo, los hermanos fueron en busca de Aurora. La encontraron en la sala, mirando pensativa por la ventana.

- Mamá -dijo Migue con voz temblorosa-, Alba está triste y no sabemos cómo ayudarla. Aurora se acercó a sus hijos y los abrazó con ternura.

Les explicó que Alba estaba sufriendo de loloquitus, una enfermedad que afecta el humor y hace que las personas pierdan su alegría. Pero había una forma de curarlo: las cosquillas. - Las cosquillas son como una medicina mágica -explicó Aurora-. Hacen reír a quien las recibe y eso ayuda a sanar el corazón.

Los ojos de Migue se iluminaron al escuchar esto. Sabía exactamente lo que tenía que hacer para ayudar a su hermana.

Reunió a toda la familia en el salón y les contó el plan: iban a hacerle tantas cosquillas a Alba hasta que volviera a ser la niña risueña de siempre. Con mucha emoción, los cuatro se acercaron sigilosamente hacia donde estaba Alba sentada en el sofá. De repente, todos comenzaron a hacerle cosquillas al mismo tiempo.

Primero fue un pequeño cosquilleo en los pies, luego subieron por su barriga y finalmente llegaron hasta sus brazos y cuello.

Al principio Alba intentaba resistirse pero poco a poco sintió cómo la risa comenzaba a apoderarse de ella nuevamente. Era imposible contenerse ante tantas carcajadas y cosquillas. Cuando finalmente pararon, Alba miró a su familia con una enorme sonrisa en el rostro.

Sabía que sus hermanos y su mamá habían hecho todo eso para hacerla sentir mejor. Desde ese día, la familia aprendió lo importante que era cuidar de la alegría de cada uno. Comprendieron que las risas y las bromas eran un regalo valioso y debían ser compartidas entre ellos.

Así, Alba, Mar, Aurora y Migue siguieron siendo una familia muy bromista pero ahora también sabían lo importante que era estar ahí para apoyarse mutuamente cuando alguno de ellos necesitaba un poco más de risas en su vida.

Y así vivieron felices y riendo juntos por siempre.

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