Cris, el niño comelón



Había una vez un niño llamado Cris, que vivía en un pintoresco barrio de Buenos Aires. A Cris le encantaba comer, y no había comida que no le sedujera. Desde hamburguesas hasta frutas, su pasión por la comida era insaciable. Sin embargo, había un problemita: Cris no le daba mucha importancia a la variedad de alimentos que incluía en su dieta. Comía lo que más le gustaba y ignoraba todo lo demás.

Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque, Cris oyó un rumor.

"¿Escucharon sobre la Fiesta de los Sabores?" - preguntó su amiga Sofía, con los ojos brillantes de emoción.

"¿Fiesta de los Sabores? ¿De qué se trata?" - inquirió Cris, intrigado.

"Es una celebración donde todos traen platos de diferentes partes del mundo. ¡Hay que ir!" - exclamó Martín, otro amigo.

La idea de una fiesta de comida internacional entusiasmó a Cris, pero había un pequeño detalle: nunca antes había probado alimentos de otros países. Solamente conocía pizza y hamburguesas.

"No importa, voy a llevar la mejor pizza del barrio" - decidió Cris, sintiéndose seguro.

El día de la fiesta llegó, y todos se reunieron en el parque. Mientras Cris veía las mesas llenas de platos exóticos, comenzó a sentir un cosquilleo en el estómago. Había empanadas argentinas, sushi japonés, tacos mexicanos y una variedad de frutas tropicales.

"¿Por qué no pruebas algo nuevo, Cris?" - le sugirió Sofía, quien había llenado su plato con un colorido mix de sabores.

"No sé. Me gusta lo que conozco" - respondió Cris, mirando con curiosidad los platos ajenos.

Pero entonces, Martín se acercó y le ofreció un trozo de sushi.

"¡Dale, probá! Te vas a sorprender" - animó Martín.

Cris dudó un momento, pero al final mordisqueó un pedacito. Su cara se iluminó de sorpresa.

"¡Es delicioso!" - exclamó. "No sabía que esto podía ser tan rico."

Encantado, decidió aventurarse un poco más. Probó un taco, luego un poco de fruta, y cada vez que lo hacía, se maravillaba más.

"Chicos, esto es increíble. Nunca imaginé que otras comidas pudieran ser tan ricas" - comentó feliz Cris.

Entre risas y alegría, Cris pasó la tarde descubriendo sabores. Al final del día, tenía el estómago lleno, pero también su corazón, porque había probado y aprendido de muchos platos.

"Creo que me equivoqué al pensar que solo me gustaban las comidas que ya conocía" - reflexionó Cris. "Voy a ser más aventurero con la comida de ahora en más. La vida está llena de sabores, ¡necesito probar más!"

Los amigos de Cris celebraron su espíritu aventurero. En ese momento, Cris comprendió que probar cosas nuevas no solo ampliaba su paladar, sino también sus horizontes.

Y así, Cris, el niño comelón, se convirtió en Cris, el niño explorador de sabores. Y cada semana, acompañado de sus amigos, alguna vez en un restaurante italiano, otra en un tex-mex o en un mercado de frutas exóticas, se dedicó a descubrir delicias culinarias y, con ellas, nuevas experiencias.

Y como dice el refrán: “La vida es una mezcla de sabores, ¡nunca dejes de probar! ”

FIN.

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