Cristalizar Sueños



Cristalizar sueños no es una tarea fácil, pero en la mágica ciudad de Luminaria, donde las estrellas brillan como nunca, un grupo de amigos decidieron que era hora de empezar a hacerlo. Entre ellos estaba Lola, una pequeña con una imaginación desbordante, y su amigo Juan, un inventor curioso que siempre tenía un plano bajo la manga.

—Yo quiero ser una artista famosa —dijo Lola mientras jugaba con sus acuarelas, dejando caer unos colores en el papel. — ¡Y yo quiero inventar un cohete que me lleve a la luna! —respondió Juan, sonriendo con picardía.

Un día, mientras estudiaban en la biblioteca de la escuela, encontraron un antiguo libro titulado "Los Sueños de Luminaria: Cómo Hacerlos Realidad". Se miraron con los ojos brillantes, y sin dudarlo un instante, comenzaron a leerlo juntos.

—¡Mirá! —exclamó Juan—. Aquí dice que la primera regla para cristalizar un sueño es tener un plan.

—Y la segunda, que hay que trabajar muy duro —agregó Lola, comprometida. Emocionados, decidieron que cada uno haría un pequeño plan y lo presentarían el próximo sábado, en su club de sueños.

Mientras los días pasaban, Lola se pasaba horas pintando y dibujando, mientras que Juan se encerraba en su taller, llenando el lugar de piezas de metal y herramientas. Pero el último día, cuando se estaban preparando para su presentación, Lola miró sus pinturas y sintió que algo no estaba bien.

—Juan, ¿y si mis dibujos no son lo suficientemente buenos? —preguntó, preocupada.

—¡No digas eso! Cada artista tiene su propio estilo. Lo más importante es que te guste a vos misma. —respondió Juan, intentando animarla.

Pero Lola seguía dudando. Cuando llegó el gran día, mientras todos sus amigos se reunían, se sentía más nerviosa que nunca.

—Voy a fracasar —se susurró para sí misma.

Pero entonces Juan la miró y le dijo:

—Lola, ¡tu arte es increíble! Tienes que mostrarlo al mundo.

Lola respiró hondo y decidió compartir sus pinturas. Al principio temía que no les gustaran, pero para su sorpresa, todos sus amigos la aplaudieron y le dieron palabras de ánimo.

—¡Es hermosa tu obra! ¡Sigue así! —gritó una de sus amigas.

A medida que trabajaban en sus planes, se dieron cuenta de que lo más importante no era el resultado, sino el esfuerzo y la dedicación que le ponían. Así que se comprometieron a seguir trabajando juntos, apoyándose y compartiendo sus sueños.

Pasaron los meses, y un día, mientras exploraban el bosque cercano, Juan y Lola encontraron un cristal brillante en el suelo.

—Mirá, Lola, ¡esto es mágico! —dijo Juan emocionado—. Creo que podría ser la clave para cristalizar nuestros sueños.

—¿Creés que lo deba pintar? —preguntó Lola intrigada.

—¡Sí! Podemos usarlo para inspirar nuestra arte y nuestros inventos.

Se pusieron manos a la obra, utilizando el cristal como fuente de inspiración. Pero lo que no sabían era que no todo sería un camino de rosas. El cristal resultó ser muy frágil. Después de algunas semanas de uso, un accidente hizo que se cayera y se rompiera en mil pedazos.

—¡No! —gritaron ambos al unísono, al ver el desastre.

—Todo está perdido —dijo Lola, con lágrimas en los ojos.

—No, espera —dijo Juan—. No podemos rendirnos. Encontramos el cristal, significa que nuestros sueños son reales.

Decidieron que, aunque el cristal ya no estuviera, seguirían trabajando en sus sueños con el mismo esfuerzo y dedicación. Juntos, lograron armar una exposición con las obras de arte de Lola y los inventos de Juan, que sorprendieron a toda la comunidad.

El día de la exposición, todos llegaron a ver los sueños cristalizados de los dos amigos.

—¡Es hermoso lo que hicieron! —dijo una anciana del barrio—. Sus sueños inspirarán a muchos más.

Desde ese día en adelante, Lola y Juan nunca olvidaron que eran dueños de sus sueños, y que aunque había momentos difíciles, siempre podían contar con sus amigos para que la llama no se extinga.

FIN.

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