Cristina, el dulce desafío
Un soleado sábado a la mañana, Cristina decidió visitar a su amiga María, a quien hacía tiempo no veía. Llevaba consigo una sonrisa y un gran deseo de compartir buenos momentos. María vivía en una casita colorida, rodeada de un jardín lleno de flores de todos los colores.
Cuando Cristina llegó, María la recibió con un abrazo.
"¡Hola, Cristina! Qué alegría verte. Tenía ganas de hacer una merienda especial, ¿te gustaría?"
"¡Claro que sí! ¿Qué vas a preparar?" - respondió Cristina, emocionada.
María llevó a Cristina a su cocina, donde el aroma de tortas y galletitas recién horneadas llenaba el aire. Sobre la mesa había una enorme bandeja con dulces de colores y formas divertidas.
"Hoy preparé una variedad de dulces, mirá qué bonitos son. ¿Cuál elegís?" - dijo María, sonriendo mientras señalaba la bandeja.
Cristina no pudo resistirse a una galletita de fresa decorada con chispas de chocolate. La tomó con entusiasmo y, antes de dar el primer bocado, sintió un pequeño golpe en su conciencia.
"Ojo, Cristina. No te olvides de lo que aprendimos en clase sobre la importancia de comer con moderación" - recordó la voz de su maestra.
Cristina, con un gesto de duda, miró a María.
"¿Y si me como dos?" - preguntó, intentando justificarlo.
María, que escuchó esa pregunta, asintió, pero hizo una pausa reflexiva.
"Yo creo que un dulce está bien, pero quizás podríamos inventar un juego. Que cada vez que comamos un dulce, hagamos una actividad divertida. Así disfrutamos más y no nos pasamos de la cuenta."
Intrigada, Cristina preguntó.
"¿Qué tipo de juego?"
María sonrió con picardía.
"Podemos jugar a formar palabras con las letras de los envoltorios de los dulces. El que forme más palabras puede elegir el siguiente dulce."
Cristina se emocionó con la idea.
"¡Me encanta! ¿Y si nos prometemos que solo uno será para cada uno?"
"¡Trato hecho! Vamos a ver quién forma más palabras entonces."
Ambas comenzaron a abrir sus dulces, divirtiéndose al mismo tiempo. Cristina, que era bastante creativa, formó palabras como —"color" y —"dulce" rápidamente, mientras que María buscaba palabras más largas, como —"maravilloso" y —"delicioso" .
Tras varios minutos de risas y palabras, se dieron cuenta de que habían formado un montón de palabras y que, además, se habían divertido muchísimo juntas.
"Esto fue más divertido de lo que pensé" - confesó Cristina, mientras miraba la bandeja de dulces.
Cuando terminó el juego, ambas chicas decidieron que era hora de compartir los dulces restantes con sus familias. Con la ayuda de sus padres, prepararon una bolsita con los dulces y decidieron llevarla a sus vecinos como una sorpresa.
"Así, todos podrán disfrutar de estos dulces" - dijo María con una sonrisa.
Y además de compartir los dulces, también decidieron jugar con los niños del barrio, convirtiendo la tarde en una fiesta llena de risas y alegría. La bondad de compartir se transformó en un gran momento de amistad y diversión.
Al final del día, cuando se despidieron, Cristina se sintió diferente. Había aprendido que un dulce se puede disfrutar mucho más si se comparte y que los momentos divertidos son aún mejores cuando se comparten con los amigos.
"Gracias, María. Fue un día especial" - dijo Cristina mientras atravesaba la puerta.
"¡Siempre son especiales contigo! Hasta la próxima, amiga" - respondió María, despidiéndose de su amiga con la certeza de que el juego de formar palabras sería parte de sus meriendas futuras.
Y así, Cristina aprendió no sólo sobre la moderación y el compartir, sino también cómo convertir la comida en una experiencia de juegos y risas que fortalecían su amistad. Y desde ese día, cada vez que iba a la casa de María, el juego de los dulces y las palabras estaba siempre presente en su merienda.
FIN.