Cristina y Alba y la Aventura del Bosque Mágico



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y árboles verdes, dos hermanitas llamadas Cristina y Alba. Cristina, la mayor, era conocida por su curiosidad infinita, mientras que Alba, la más pequeña, se destacaba por su ingenio y creatividad. Juntas, formaban un equipo imparable, siempre dispuestas a aprender y ayudar a los demás.

Un día, mientras jugaban en el jardín de su casa, Cristina tuvo una idea genial.

"Alba, ¿qué te parece si vamos a explorar el Bosque Mágico que está detrás de la montaña? Dicen que hay lugares sorprendentes y criaturas fantásticas".

Alba, con su habitual entusiasmo, respondió:

"¡Sí! ¡Me encantaría! Pero debemos estar preparadas, hay que llevar provisiones y un mapa".

Las hermanas empacaron unas galletitas, una botella de agua y una linterna. Con su mochila a cuestas, se despidieron de su mamá y partieron hacia el bosque. Al llegar, se encontraron con un sendero lleno de flores de colores y árboles altos que parecían tocar el cielo.

Mientras caminaban, escucharon un extraño ruido.

"¿Qué fue eso?" preguntó Alba, temblando de emoción y un poco de miedo.

"No lo sé, pero vamos a averiguarlo" contestó Cristina, siempre valiente.

Siguiendo el sonido, llegaron a un claro donde encontraron a un pequeño zorro atrapado en unas ramas.

"¡Pobrecito!" exclamó Alba. "Debemos ayudarlo".

"Claro, pero necesitamos ser cuidadosas" dijo Cristina. "Si lo asustamos, podría hacernos daño".

Las hermanas se acercaron lentamente al zorro y, usando sus habilidades, lograron liberar al animalito.

"¡Gracias!" dijo el zorro con una voz suave. “Soy Zorrito y estaba buscando comida cuando me quedé atrapado. Gracias a ustedes podré volver a casa".

"No hay de qué, Zorrito!" respondió Alba sonriendo. "Nos alegra haberte ayudado. Pero, ¿sabes algo?".

El zorro movió su cola y respondió:

"¿Qué, pequeña?".

"Resulta que necesitamos tu ayuda. Estamos buscando un árbol mágico que da frutos de distintos colores. ¿Sabes dónde está?".

Zorrito, entusiasmado, dijo:

"¡Sí! Lo conozco. Pero hay que atravesar el lago encantado para llegar a él. Hay que tener cuidado con los patos guardianes. Son un poco traviesos".

Las hermanas, emocionadas, aceptaron el desafío.

"Vamos, Zorrito. Juntos podemos lograrlo" propuso Cristina.

La pequeña banda se acercó al lago encantado, y efectivamente, encontraron a varios patos nadando que parecían vigilarlas. Uno de ellos se acercó, tambaleándose.

"¿Qué quieren ustedes?" preguntó el pato con voz burlona.

"¿Cómo podemos cruzar el lago?" indagó Alba, tratando de sonar valiente.

"Solo podrán cruzar si responden correctamente a mi acertijo" dijo el pato con una sonrisa traviesa.

Las hermanas se miraron intrigadas.

"¡Sí! Estamos listas" contestó Cristina con determinación.

"Muy bien. Escuchen con atención: ¿Qué tiene cuatro patas por la mañana, dos patas al mediodía y tres patas por la noche?".

Cristina cerró los ojos y pensó. Alba comenzó a dibujar en la tierra mientras murmullaba.

"Es un acertijo muy famoso... ¡Ya sé!" gritó Cristina. "Es el ser humano: cuando es bebé gatea, de adulto camina y cuando es anciano usa un bastón".

El pato frunció un poco el ceño, pero luego estalló en carcajadas.

"¡Correcto! ¡Pueden cruzar!".

Las hermanas, con el corazón a mil, atravesaron el lago mientras Zorrito las guiaba. Cuando llegaron al otro lado, encontraron un frondoso árbol de colores brillantes.

"¡Miren!" exclamó Alba. "¡Es el árbol mágico!".

Cristina se acercó a la base del árbol y encontró algo sorprendente, un pequeño cofre dorado.

"¿Qué será esto?". Lo abrió y encontró semillas multicolores dentro.

"¡Son semillas de los frutos mágicos!" dijo Zorrito. "Con ellas podrán cultivar su propio árbol mágico en casa".

"¡Esto es increíble!" gritó Alba, emocionada.

Cristina sonrió, mirando a su hermana y al zorro.

"Tendremos un árbol mágico que nos unirá aún más y nos recordará esta aventura".

Las hermanas volvieron a casa, felices y cansadas. Plantaron las semillas en su jardín y, con el tiempo, crecieron frutas de todos los colores, llenando su hogar de alegría. Nunca olvidaron su increíble aventura en el Bosque Mágico, ni al nuevo amigo, Zorrito, quien se convirtió en parte de su familia.

Y así, todas las noches, se sentaban bajo el árbol mágico, compartían historias, y aprendían que, con inteligencia y bondad, podían superar cualquier desafío.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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