Cristopher y la Aventura Lunar
Había una vez un niño llamado Cristopher, que era muy divertido y lleno de energía. Sin embargo, había algo que le preocupaba: cada vez que sentía muchos nervios, se orinaba en los pantalones. Esto lo hacía sentir inseguro y avergonzado, especialmente en la escuela, donde todos sus compañeros hablaban de cosas emocionantes como ir a la luna.
Un día, su maestra, la señora Laura, anunció un concurso en el que los niños podían presentar un proyecto sobre la luna y el espacio. El premio sería un viaje a un parque temático relacionado con el espacio que estaba por abrir en la ciudad.
"¡Yo quiero ganar!", gritó uno de los compañeros.
"Yo también, será la mejor aventura del mundo", dijo otra niña.
Cristopher escuchaba todo en silencio, sintiendo cómo sus nervios empezaban a aparecer.
"No lo voy a lograr, yo no puedo ni hablar del tema sin ponerme nervioso", pensó para sí mismo.
Pero cuando volvió a casa, su hermana mayor, Valentina, lo vio pensativo y le preguntó:
"¿Qué te pasa, Cristopher? Parecés un globo desinflado."
"Tengo miedo de participar en el concurso. Yo... me pongo muy nervioso y a veces me orino en los pantalones", confesó Cristopher.
Valentina, que siempre sabía cómo animarlo, le dijo:
"No tenés que tener miedo. Todos sentimos nervios a veces. Además, no estás solo. Podemos trabajar en el proyecto juntos."
Así fue como esa misma tarde, Cristopher y Valentina comenzaron a investigar sobre la luna. Aprendieron que era un lugar fascinante con montañas y crateres, y que los astronautas habían caminado en su superficie. Al encender su curiosidad, Cristopher se desvió de sus preocupaciones.
Días pasaron y el día de la presentación llegó. La señora Laura los animó a todos.
"Recuerden, lo más importante es disfrutar y aprender de este proceso".
Cristopher estaba nervioso, pero Valentina le dijo:
"Respirá profundo y recordá todo lo que aprendiste. Vos podés hacerlo".
Mientras observaba a sus compañeros presentar sus proyectos, Cristopher se sintió atrapado en sus miedos. De repente, mientras su amigo Lucas hablaba sobre los astronautas, Cristopher se dio cuenta de algo:
"Si ellos pudieron ir a la luna a pesar del nerviosismo, ¿por qué yo no puedo?"
Se decidió a dar un paso. Se levantó y comenzó a hablar.
"Yo voy a hablar sobre la luna y su belleza. ¡Es un lugar increíble!"
Habló con entusiasmo sobre todo lo que había aprendido. Mientras contaba sobre los crateres y la historia de los astronautas, Cristopher olvidó completamente su miedo y sus nervios.
"El espacio no es tan aterrador. Es emocionante y mágico, y me gustaría ir a la luna alguna vez!"
El aula estalló en aplausos. Cristopher se dio cuenta de que había superado su miedo, y en lugar de sentirse avergonzado, se sentía orgulloso. Al concluir con su presentación, la señora Laura sonrió.
"¡Bravo, Cristopher! Has hecho un gran trabajo."
Cuando entregaron los premios, Cristopher se enteró de que había ganado uno de los lugares para el parque temático. En lugar de solo sentirse contento por el premio, comprendió que había vencido sus demonios internos.
"Hasta podría ir a la luna un día", pensó con una sonrisa.
Cristopher regresó a casa, y esta vez con menos miedo y más emoción. Valentina lo esperaba.
"¿Ves? ¡Lo hiciste!"
"¡Sí! Y tengo muchas ganas de conocer el parque del espacio. Voy a contarles a todos mis aventuras con la luna!"
Desde ese día, Cristopher aprendió que enfrentar los miedos trae sorpresas maravillosas. Y, aunque a veces podía orinarse en los pantalones, eso no iba a detenerlo, ni a él ni a sus sueños. Una lección importante: todos podemos tener miedo, pero enfrentarlo con valentía puede llevarnos a las estrellas.
FIN.