Cruzando con Cuidado en Buenos Aires


Había una vez, en un hermoso barrio de Buenos Aires, dos amigos llamados Ana y Leo. Un soleado sábado por la mañana, decidieron ir juntos al jardín para disfrutar del día al aire libre y jugar con sus amigos.

-¡Vamos, Leo! ¡El jardín está cerca, pero tenemos que cruzar la calle! -dijo Ana mientras miraba a ambos lados buscando autos. Leo asintió con entusiasmo y se tomaron de la mano antes de llegar a la esquina.

En ese momento, recordaron lo importante que era conocer las reglas de seguridad vial para poder cruzar la calle de manera segura. -¿Sabes cómo se cruza correctamente, Leo? -preguntó Ana con curiosidad. -Sí, claro.

Primero debemos detenernos en la vereda y mirar hacia ambos lados para asegurarnos de que no vengan autos. Luego esperamos a que el semáforo esté en verde o si hay sendas peatonales seguimos las indicaciones del paso cebra -respondió Leo con seguridad.

Ana sonrió orgullosa por saber que su amigo estaba tan bien informado sobre seguridad vial. Juntos siguieron las indicaciones y lograron cruzar la calle sin problemas. Al llegar al jardín, se encontraron con sus amigos jugando felices en los juegos.

Se divirtieron durante horas corriendo, saltando y riendo sin parar. Pero cuando comenzó a atardecer, supieron que era hora de regresar a casa. -¡Leo, ya es tarde! Debemos volver antes de que oscurezca -advirtió Ana preocupada.

Los dos amigos emprendieron el camino de regreso a casa pero esta vez sabían que debían prestar aún más atención a las normas de seguridad vial debido a la disminución de visibilidad por el anochecer.

-Recuerda llevar ropa clara para ser más visible en la oscuridad -aconsejó Leo mientras caminaban por la vereda iluminada por farolas. Ana asintió y sintió gratitud por tener un amigo tan responsable como Leo.

Juntos continuaron su camino aplicando todo lo aprendido sobre seguridad vial hasta llegar sanos y salvos a sus hogares. Desde ese día, Ana y Leo siempre fueron ejemplo para los demás niños del barrio al seguir todas las normas de tránsito tanto como peatones como futuros conductores.

Aprendieron que conocer y respetar las reglas de seguridad vial no solo los protegía a ellos mismos sino también cuidaba a los demás en el camino.

Y así fue como Ana y Leo demostraron que ser responsables en la calle es fundamental para disfrutar plenamente cada aventura sin correr riesgos innecesarios.

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