Cucarachita Mandinga y El Misterioso Cinco



Había una vez una Cucarachita Mandinga que vivía en una casa diminuta, decorada con flores de papel y luces de colores. Un día, mientras baría las gradas de su puerta, se encontró un billete de cinco. El brillo del billete le hizo pensar en todo lo que podía hacer con ese dinero.

“¿Si compro un cinco de colorete? No, porque no me luche.” pensó. “¿Y si adquiero un sombrero? Pero tampoco me luche.”

Cuca, como la llamaban sus amigos, decidió que lo mejor era preguntarle a su amiga la hormiga Marta, que siempre tenía buenas ideas.

"¿Marta!", gritó Cuca, cruzando el jardín.

"¿Qué pasa, Cuca?", respondió Marta, levantando la vista de la hoja en la que estaba trabajando.

"¡Encontré un cinco! No sé en qué gastarlo. ¿Tenés alguna idea?"

Marta se quedó pensando.

"Podrías comprar semillas para hacer crecer un jardín hermoso. ¡Piensa en lo que eso significaría para nuestra comunidad!"

Cuca movió sus antenitas, intrigada.

"Pero si compro semillas, me quedo sin el cinco, y nunca podré comprarme nada más."

"Es cierto, pero un jardín ayudará a todos. Podrías convertirte en la heroína del barrio."

Finalmente, Cuca decidió escuchar a su amiga. Así que se dirigió a la tienda de Don Rata. Al llegar, notó que había muchas semillas de flores y hierbas.

"¡Hola, Don Rata!", saludó Cuca.

"¿Qué te trae por aquí, Cucarachita?"

"Quisiera comprar algunas semillas. Tengo un cinco, y mi amiga me dice que un jardín sería genial para todos."

Don Rata la miró con una sonrisa amplia.

"¡Me parece una idea maravillosa! Aquí tienes unas semillas hermosas de girasoles y de albahaca. Todo por tu cinco."

Cuca volvió a su casa y, con mucho esfuerzo, comenzó a sembrar las semillas en su pequeño jardín. Al poco tiempo, germinaron, llenando su hogar de colores y fragancias.

Todos los días, los vecinos venían a admirar su jardín. La mariquita Lola le dijo:

"¡Cuca, tu jardín es hermoso!"

"Gracias, sólo me costó un cinco. Y ahora, podemos disfrutarlo juntos."

Cuca se sintió feliz. Pero el verdadero giro de la historia llegó cuando un languidito verano trajo una sequía, y los árboles y las plantas comenzaron a marchitarse.

"¡Oh no!", exclamó Cuca. "Necesitamos agua para sobrevivir."

"¿Qué haremos?", preguntaron todos.

En ese momento, Cuca recordó que el agua de la lluvia caía en la casa de Don Rata, que tenía un gran cubo para recolectarla.

"¡Voy a hablar con Don Rata!" dijo decidida.

- “Podemos llevar su cubo al jardín y compartir el agua entre todos los vecinos.”

Así que Cuca corrió hacia la tienda de Don Rata.

"Don Rata, necesitamos tu ayuda. ¿Podrías prestarnos tu cubo de agua para salvar nuestras plantas?"

"Pero claro, Cucarachita. El agua es para compartir. ¡Vamos juntos!"

Don Rata y Cuca llevaron el agua, y con un poco de esfuerzo de parte de todos los vecinos, lograron regar las plantas. Por fin, todos sonrieron al ver cómo sus flores y plantas volvían a florecer.

Desde entonces, el jardín de Cuca se convirtió en un proyecto comunitario. Cuca aprendió que, aunque no podía usar su cinco para comprarse algo, hacer el bien y ayudar a los demás le trajo más felicidad que cualquier cosa.

Y así, Cucarachita Mandinga se convirtió en un símbolo de comunidad, y su jardín un lugar donde todos aprendieron la importancia de trabajar juntos y compartir.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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