Cuentito se pone la gorra
Había una vez un pequeño pueblo llamado Cuentolandia, donde vivía un divertido personaje llamado Cuentito. Cuentito era un narrador de historias increíble, conocido por su gorra mágica que le ayudaba a contar cuentos aún más fantásticos. Esta gorra no solo le daba poder, sino que también le recordaba que siempre debía ser justo y respetuoso con los demás.
Un día, Cuentito decidió organizar un gran evento en la plaza del pueblo, donde contaría sus mejores historias y todo el mundo podría disfrutar. Todos los habitantes estaban emocionados y le pidieron que contara cuentos nuevos y emocionantes. Cuentito, con su gorra en la cabeza, se sintió muy importante.
"Cuentito, ¿cuándo será el espectáculo?" - preguntó una niña con trenzas.
"¡Pronto! Será este sábado a la tarde!" - exclamó Cuentito, mientras bailaba de alegría.
Los días pasaron y Cuentito se dedicó a preparar los mejores cuentos. Sin embargo, a medida que se acercaba el día del espectáculo, comenzó a sentir que su gorra mágica le daba demasiados poderes y comenzó a volverse un poco arrogante.
Así fue como, un día, cuando un pequeño ratón llamado Ratu se acercó, Cuentito le dijo:
"¿Qué querés, ratón? No tengo tiempo para contarte cuentos a vos, estoy demasiado ocupado para eso!"
Ratu, un poco triste, decidió no insistir y se alejó. Sin embargo, Cuentito ya no se sentía tan bien. Al día siguiente, cuando fue a comprar el pan a la panadería, se encontró con la dueña, Doña Panina.
"Cuentito, tendrás que pagarme por el pan que compraste, amigo."
"¿Por qué? ¡Yo soy el mejor narrador de cuentos! No te pagaré!" - respondió Cuentito, convencido de que su fama le daba derecho a todo.
Donde había antes risas, ahora empezó a crecer un aire de tensión en Cuentolandia. La gente comenzó a susurrar sobre lo que estaba haciendo Cuentito y la alegría del pueblo se fue apagando.
Un día, mientras caminaba por el bosque pensando en sus cuentos, se encontró con su amigo Ratu de nuevo. Esta vez, Ratu parecía estar mirando un libro.
"¿Qué estás haciendo, Ratu?" - preguntó Cuentito.
"Estoy leyendo un cuento muy hermoso, sobre un rey que perdió su reino porque se volvió arrogante y dejó de ser amable con su gente. Al final, aprendió que la verdadera magia está en compartir y cuidar a los demás."
Cuentito sintió que las palabras de su amigo lo golpearon en su conciencia. Aquel rey del que hablaba Ratu le recordó un poco a él. En ese momento, se dio cuenta de que su gorra mágica no era más que eso: una gorra. La magia verdadera era el cariño que compartía con la gente, la alegría que generaba un cuento compartido y la pasión por contar historias.
"Ratu, tenés razón. He sido un tonto. No sólo debo contar cuentos, sino también ser un buen amigo y cuidar de los demás."
Con un nuevo entendimiento, Cuentito volvió al pueblo y, en su espectáculo del sábado, incluyó un mensaje especial en su historia sobre la importancia de ser amable y justo con todos. Además, se disculpó con Doña Panina y le pagó por el pan, asegurándose de que todos supieran lo valiosa que era ella.
Desde ese día, Cuentito no solo narraba cuentos; también enseñaba a los niños sobre la importancia del respeto y la amistad, y su gorra dejó de ser un símbolo de poder, convirtiéndose en un recordatorio de que lo más importante es el corazón.
Y así, Cuentolandia volvió a ser el lugar lleno de risas y alegría, donde todos, incluyendo a Cuentito, aprendieron a ser mejores amigos.
FIN.