Cuentos de la Abuelita
Era un soleado sábado en la casa de la abuelita Rosa. Sus tres nietitos, Luca, Sofía y Tomás, estaban ansiosos por escuchar los cuentos que solía relatarles. Sentados en el jardín, rodeados de flores y mariposas, esperaban pacientemente que su abuelita comenzara.
"¡Abuelita, cuento, cuento!" - gritó Luca, saltando de entusiasmo.
"Sí, abuelita, contanos uno sobre un dragón o una princesa" - añadió Sofía, con los ojos brillantes de emoción.
"Yo quiero escuchar sobre un pirateo, ¡sí, por favor!" - dijo Tomás, moviendo las manos como si sostuviera un espadón.
La abuelita Rosa sonrió y acomodó sus anteojos.
"Bueno, bueno, voy a contarles un cuento que tiene un poco de todo: dragones, princesas y piratas. Érase una vez, en una tierra muy lejana, un dragón llamado Rojo, que no quería ser un dragón feroz..."
Los niños se acomodaron y la abuelita comenzó su relato.
"Rojo vivía en una montaña muy alta; en vez de asustar, le gustaba jugar a las escondidas con las nubes y volar con las aves. Pero todos los habitantes del reino creían que era un dragón terrible. Un día, una valiente princesa llamada Ella decidió que quería conocerlo. Así que se puso su armadura brillante y partió hacia la montaña."
"¿Pero no le daba miedo?" - preguntó Sofía, con los ojos abiertos como platos.
"¡Para nada!" - respondió la abuelita. "Ella había escuchado de los cuentos viejos que el dragón no era malo, y tenía mucha curiosidad por verlo. Al llegar, se encontró con Rojo jugando con los pájaros."
"¿Y qué hicieron?" - preguntó Tomás.
"Rojo se asustó al verla y salió disparado en dirección opuesta. Pero Ella no se dio por vencida. En lugar de correr tras él, se sentó y empezó a cantar una melodía hermosa...
"¿Cantar?" - interrumpió Luca. "Pero, ¿eso funcionó?"
"Sí. La hermosa música hizo que Rojo se detuviera. La melodía le llegó al corazón y, poco a poco, comenzó a acercarse. Cuando vio que Ella solo quería jugar, se sintió más tranquilo".
Los ojos de los nietitos se iluminaban con cada palabra de la abuelita.
"Y así, con el tiempo, Rojo y Ella se hicieron grandes amigos. Juntos recorrían el cielo, visitaban lugares lejanos, y compartían aventuras. Pero a pesar de su amistad, los habitantes del reino seguían pensando que Rojo era un dragón feroz. Nadie creía en Ella mientras ella contaba lo bueno que era Rojo."
"¿Y qué pasó?" - pregunto Sofía, intrigada.
"Un día, una tormenta muy fuerte llegó al pueblo. Los vientos derribaron casas y los campesinos estaban muy asustados. Entonces, Ella decidió pedirle ayuda a Rojo. Con una gran determinación, voló a la montaña y le explicó la situación."
"Nosotros también podemos ayudar, ¡tenemos que decirle que vuelva!" - propuso Tomás, entusiasmado.
—"Exactamente" , dijo la abuelita. "Cuando Rojo escuchó eso, voló rápidamente hacia el pueblo. Usó su aliento para crear un gran escudo de aire que protegió a todos de la tormenta."
"¡Qué valiente!" - exclamó Luca.
"Sí " - continuó la abuelita. "Cuando la tormenta pasó, la gente salió de sus casas y vio a Rojo, salvándolos. Se dieron cuenta de que no era un dragón feroz, sino un héroe. Desde entonces, Rojo fue bien recibido en el pueblo y se convirtió en su protector."
"¡Y Ella fue la heroína!" - dijo Sofía emocionada.
"¡Sí! Pero también aprendieron a no juzgar por las apariencias. Al final, Rojo, Ella, y todos los habitantes del pueblo vivieron en paz, donde cada cual podía ser quien realmente era.
Los nietitos aplaudieron y sonrieron satisfecha con el final.
"¡Vamos a contarle a papá lo de Rojo y la valiente princesa!" - dijo Tomás, imaginando su propia aventura.
La abuelita los abrazó fuertemente.
"Recuerden siempre, mis amores, que la amistad puede derribar hasta las barreras más grandes, y que nunca debemos juzgar a alguien sin conocerlo realmente".
Con el sol brillando y las mariposas danzando, los tres hermanos corrieron a preparar un cuento que contarían a su papá. Fue un día en que la abuelita, con sus historias, les enseñó el valor de la amistad y a mirar con el corazón, más allá de las primeras impresiones.
Y así, cada sábado, la abuelita Rosa seguiría contando cuentos, llenos de enseñanzas que inspirarían a sus pequeños a ser valientes y amables.
FIN.