Daiana y el gato gris
Era una soleada mañana en la ciudad de Buenos Aires, y Daiana estaba lista para vivir una aventura. Mientras jugaba en el parque cerca de su casa, escuchó un suave maullido. Al mirar hacia la dirección del sonido, vio a un gato gris, pequeño y temeroso, que se encontraba acurrucado bajo un árbol.
"¡Hola, pequeño!" - dijo Daiana, acercándose despacio para no asustarlo. "¿Te encuentras bien?"
El gato la miró con sus grandes ojos claros y, aunque dudó, terminó acercándose poco a poco.
"Soy Daiana, ¿y tú?" - inquirió, sonriendo con ternura.
"Miau..." - respondió el gato, como si entendiera.
Daiana se agachó y, con delicadeza, extendió su mano para acariciar al gato. "No tienes de qué preocuparte, amigo, yo no voy a hacerte daño."
El gato gris se dejó acariciar y, al sentir la suavidad de la mano de Daiana, se empezó a relajar. Daiana sintió que había hecho un nuevo amigo, pero notó que el gato estaba muy sucio y desaliñado.
"Necesitás un baño y un poco de comida, eso te va a hacer sentir mejor. ¿Qué te parece si te llevo a casa?" - le propuso, entusiasmadísima.
El gato miró la cálida sonrisa de Daiana y, aunque aún un poco temeroso, decidió seguirla. Al llegar a casa, Daiana preparó un tazón con agua y otro con comida, y luego llenó la bañera con un poquito de agua tibia.
"No te preocupes, será rápido y te sentirás como nuevo, te prometo" - le dijo mientras lo sostenía con suavidad.
El gato dejó escapar un suave maullido, pero confió en Daiana. Después de un pequeño chapuzón, el gato gris parecía haber renacido. Estaba limpio y su pelo brillante se asemejaba a un suave pelaje de nube.
"¡Mirá lo lindo que quedaste!" - exclamo Daiana.
Días pasaron y Daiana decidió llamar al gato gris —"Nube" . Juntos jugaban, exploraban el parque y se divertían mucho. Pero un día, cuando estaban jugando en el patio, Nube se asustó por un perro que pasaba corriendo, y antes de que Daiana pudiera detenerlo, Nube salió corriendo y se perdió.
"¡Nube!" - gritó Daiana, con el corazón en la mano.
La pequeña no podía permitir que su amigo estuviera solo y asustado. Sin pensarlo dos veces, comenzó a recorrer las calles del vecindario, llamando su nombre.
"¡Nube! ¡Nuuube!" - su voz se alzaba en el aire. Aun así, no lo encontró. Justo cuando estaba por perder la esperanza, vio a un niño que señalaba hacia un árbol.
"Mirá, ahí está, está en la rama de ese árbol!" - dijo el niño.
Daiana miró hacia arriba y, efectivamente, allí estaba Nube, temblando y atrapado entre las ramas.
"No te preocupes, ¡yo te voy a ayudar!" - exclamó Daiana, decidida. Buscó una escalera que estaba en el garaje y llamó a su papá para que viniera.
"¡Papá, Nube está en el árbol!" - dijo con preocupación. "Necesitamos ayudarlo."
Con la ayuda de su papá, Daiana logró trepar hasta la rama donde estaba Nube. El gato gris, al ver a su amiga, dejó de temblar y se acercó lentamente.
"Vení, Nube, estoy aquí. Todo estará bien." - lo animó Daiana.
Con mucho cuidado, Daiana tomó a Nube entre sus brazos y lo llevó de vuelta a la tierra firme. Al bajarse, abrazó a su amigo felino con fuerza, mientras su corazón latía rápido de alegría.
"¡Estás a salvo, mi querido Nube!" - dijo con emoción.
Desde ese día, Daiana y Nube aprendieron lo importante que es cuidarse mutuamente y cómo enfrentar los miedos juntos. El gato gris se convirtió en un compañero inseparable, y cada vez que salían a pasear, se aseguraban de no separarse.
Así, se forjó una hermosa amistad entre Daiana y Nube, basada en la confianza, el amor, y la valentía. Y aunque Nube seguía siendo un poco tímido, sabía que con Daiana a su lado, siempre estaría a salvo.
Y así continúa su historia, un cuento de amistad, cuidado y valentía que siempre viviría en sus corazones.
FIN.