Dalila y su sueño estelar



Era un día soleado en el barrio de Flores, Buenos Aires. Dalila, una niña de 5 años con enormes ojos brillantes y una sonrisa contagiosa, miraba al cielo desde su ventana. Con su cabello rizado como un pequeño torbellino, soñaba con ser astronauta. ¡Quería volar entre las estrellas!

Un día, mientras jugaba en el parque, su amigo Lucas se acercó:

"Dalila, ¿qué querés ser de grande?"

"¡Quiero ser astronauta!"

exclamó Dalila, con una emoción que iluminó su rostro.

"¿Astronauta? ¡Eso suena re divertido! Pero, ¿sabes qué hay que hacer para eso?"

"Creo que tengo que aprender mucho sobre el espacio y las naves espaciales".

Ese mismo día, Dalila decidió que no solo quería soñar, sino que iba a hacer algo al respecto. Así que, después de comer, corrió a la biblioteca del barrio.

La bibliotecaria, la señora Elvira, la saludó al entrar:

"Hola, Dalila. ¿Qué te trae por aquí hoy?"

"Hola, señora Elvira. Quiero aprender todo sobre los astronautas y el espacio".

"¡Excelente!"

sonrió la señora Elvira, "Tenemos unos libros increíbles. ¿Te gustaría leerlos conmigo?"

"¡Sí, por favor!".

Mientras leían juntas, Dalila descubrió cosas fascinantes como los planetas, las estrellas, y cómo los astronautas viajan al espacio. Aprendió que ser astronauta no solo era divertido, sino que también requería mucho estudio y preparación. Después de horas de lectura, Dalila se sintió más inspirada que nunca.

Al salir de la biblioteca, le dijo a Lucas:

"Voy a ser la mejor astronauta. Voy a estudiar mucho y aprender sobre todo lo que pueda".

Los días pasaron y Dalila se dedicó a estudiar. Cada día después del jardín, se adentraba en la biblioteca o veía documentales sobre el espacio. Lucas la acompañaba a veces, y juntos compartían sus descubrimientos. Pero un día, mientras regresaban a casa, Dalila vio a un grupo de niños jugando a ser astronautas con trajes improvisados.

"¡Yo quiero jugar también!"

se emocionó, pero al acercarse, una nena mayor la miró y dijo:

"Pero vos no podés, no sos astronauta de verdad".

Dalila sintió que su corazón se encogía. ¿No podía jugar solo porque aún no era astronauta?

- “¡Pero estoy aprendiendo! Algún día seré astronauta de verdad”, intentó defenderse.

La nena solo se rió y Dalila, decepcionada, se fue a casa.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, miró por la ventana al cielo estrellado y recordó las enseñanzas de la señora Elvira. Decidió que no dejaría que un comentario la parara. Al día siguiente, fue con Lucas de nuevo a la biblioteca y le propuso:

"Lucas, ¿y si hacemos un proyecto sobre el espacio? Podríamos crear nuestro propio cohete y aprender más sobre las estrellas".

"¡Sí! ¡Es una re buena idea!"

respondió Lucas entusiasmado.

Con papel, tijeras y mucha creatividad, los dos amigos empezaron a construir un cohete de cartón. Al mismo tiempo, Gonzalo, un niño más grande, los observaba desde la distancia. Intrigado por el entusiasmo de Dalila y Lucas, se acercó:

"Hola, ¿qué hacen?"

"Estamos construyendo un cohete para ir al espacio"

contestó Dalila con una gran sonrisa.

Gonzalo se rió, pero luego se dio cuenta de que Dalila y Lucas estaban trabajando en algo especial y decidió ayudarles:

"Puedo ayudarles a pintarlo. Así se verá genial".

Y así, el proyecto se fue transformando. Pronto, más niños del parque se sumaron. Había risas, colores y un montón de ideas sobre cómo funcionaría su cohete.

Unos días más tarde, decidieron hacer una presentación para sus familias. Cada niño tuvo su oportunidad de hablar sobre lo que había aprendido. Al llegar el turno de Dalila, se sintió nerviosa, pero recordó que los astronautas enfrentan desafíos, y que ella estaba lista para compartir su sueño.

"Yo quiero ser astronauta y he aprendido que para llegar al espacio tengo que estudiar y trabajar duro. Pero no tengo que hacerlo sola, porque con amigos, todo es posible"

finalizó, mirando a todos.

La audiencia la aplaudió, y, en ese momento, Dalila no solo se sentía como una futura astronauta, sino también como una líder.

Desde ese día, los niños se convirtieron en un gran equipo, haciendo nuevos proyectos, aprendiendo sobre astronomía, ayudándose mutuamente, y sobre todo, soñando juntos. Nadie volvió a reírse de Dalila, porque todos comprendieron que los sueños, como las estrellas, son mucho más brillantes cuando se comparten.

Y así, con el corazón lleno de alegría y la mirada firme hacia el cielo, Dalila continuó persiguiendo su sueño. Cada día, se acercaba más a su destino estelar. Después de todo, los astronautas no solo exploran el espacio, sino que también iluminan el camino de quienes creen en sus propios sueños.

FIN.

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