Damián y la sopa mágica
Había una vez un niño llamado Damián que vivía en un tranquilo barrio de Buenos Aires. Damián era un apasionado jugador de la Play Station y prefería pasar horas frente a la pantalla, luchando con los monstruos de su videojuego favorito, que comer la sopa que su mamá preparaba con tanto cariño.
"Mamá, la sopa no me gusta y ya comí muchas verduras hoy en el juego!", protestaba Damián mientras la sopa humeante se enfriaba en la mesa.
"Pero Dami, es muy importante que comas para crecer fuerte y sano", respondía su mamá con una sonrisa.
Damián fruncía el ceño, porque la idea de crecer se le hacía un cuento aburrido.
Un día, mientras jugaba, Damián escuchó un extraño sonido proveniente de la cocina. Curioso, se acercó sigilosamente a ver qué ocurría. Cuando llegó, se encontró con algo increíble: su sopa estaba chisporroteando y brillando como si tuviera vida propia.
"¿Qué es esto?", se preguntó Damián.
De repente, un pequeño ser azul salió de la olla.
"Soy Sopín, el duende de la sopa. ¡He venido a invitarte a un viaje extraordinario!", dijo Sopín con voz alegre.
"¿Un viaje? ¿Dónde?", preguntó Damián intrigado.
"A un mundo donde la sopa tiene poderes mágicos. Si te comes la sopa, ¡podrás alcanzar cualquier superpoder que desees!", explicó Sopín.
Damián no podía creer lo que escuchaba. La idea de tener superpoderes resonaba fuerte en su cabeza. Así que decidió intentarlo.
"Está bien, me comeré la sopa. Pero, ¿qué poderes voy a obtener?", cuestionó Damián con emoción.
"Todo depende de tu elección. Si eliges fuerza, podrás levantar cosas enormes. Si quieres velocidad, podrás correr más rápido que un rayo. Tú decides!", respondió Sopín lleno de entusiasmo.
Damián no dudó más y devoró la sopa en un abrir y cerrar de ojos. Con el último sorbo, sintió un cosquilleo en su pancita, y de repente, se vio rodeado de luz. Cuando la luz se disipó, se encontró en un mundo colorido y mágico, donde había criaturas fantásticas y árboles de caramelos.
"¡Guau! ¡Esto es increíble!", exclamó Damián.
Pronto, se dio cuenta de que no solo podía elegir un poder, sino que cuanto más sopa comía, más diferentes habilidades adquiría. Saltaba más alto, corría veloz y hasta podía volar. Pero había algo que no le gustaba de su nueva vida: extrañaba a su mamá y la calidez de su hogar.
"Sopín, quiero volver a casa. Me siento un poco solo", confesó Damián con tristeza.
"¿Pero qué pasa con tus poderes?", preguntó Sopín sorprendido.
"Los superpoderes son divertidos, pero nada se compara con la comida de mamá y mi hogar. ¡Quiero volver!", respondió Damián.
El pequeño duende entendió lo que sentía Damián.
"Está bien. Pero antes, debes ayudarme a reunir algunos ingredientes para una sopa especial que no solo te hará superpoderoso, sino que también te enseñará sobre la importancia de comer saludable", dijo Sopín.
Juntos, Damián y Sopín se embarcaron en una aventura recolectando ingredientes mágicos. Aprendieron sobre cada uno: la espinaca les daba fuerza, las zanahorias les otorgaban visión nocturna y los tomates les brindaban energía.
Tras una divertida jornada, volvieron con todo lo que necesitaban para preparar la sopa especial.
"Ahora, Damián, prueba esta sopa y verás que no solo te hará fuerte, sino que también te enseñará a valorar la comida", dijo Sopín.
Damián tomó un sorbo y, ante su sorpresa, tanto la sopa como los ingredientes del juego le recordaron lo rico que era compartir momentos con su familia. Al instante, sintió una profunda alegría.
"¡Qué deliciosa! ¡La quiero hacer de nuevo con mi mamá!", exclamó lleno de entusiasmo.
Con solo un parpadeo, Damián se encontró de nuevo en su cocina, aún con el sabor de la sopa mágica en su boca. A su lado, su mamá lo miraba preocupada.
"Damián, ¿dónde estabas? ¡Te estaba buscando!", dijo ella al verlo.
"Mamá, la sopa es increíble. La próxima vez quiero ayudarte a hacerla. ¡Prometo que me la comeré!", dijo Damián con una sonrisa.
Su mamá sonrió, sorprendida y feliz.
"¡Eso suena perfecto, mi amor!", respondió ella abrazándolo.
"Y además, puedo prometértelo, ¡porque tengo poderes especiales para correr a la cocina en un abrir y cerrar de ojos!", añadió Damián riendo.
Desde ese día, Damián tomó su sopa con gusto y aprendió a disfrutar de la comida saludable, también se propuso ayudar a su mamá en la cocina siempre que pudiera. Este pequeño cambio en su vida le dio la fuerza y energía necesaria para jugar y aprender durante el día.
Y así, Damián se volvió no solo un gran jugador, sino también un gran cocinero, todo gracias a una sopa mágica que le enseñó el valor de una buena alimentación y el amor por compartir momentos con su familia.
Fin.
FIN.