Daniel, el artista risueño


Había una vez en un reino lejano, una princesa que nunca reía. El rey, preocupado por la tristeza de su hija, anunció que concedería cualquier deseo al joven que lograra hacerla reír.

Muchos jóvenes se acercaron al castillo para intentar sacar una sonrisa a la princesa, pero ninguno lo lograba. Hasta que un día llegó Daniel, un chico curioso y aventurero.

Daniel no sabía del desafío del rey, solo seguía a su cabra traviesa que se había escapado y entró corriendo al castillo sin darse cuenta. Al ver a la princesa con gesto serio, Daniel decidió intentar hacerla reír.

Comenzó a hacer piruetas y malabares con lo primero que encontraba a su paso: platos, sillas e incluso algún jarrón valioso. La princesa observaba sorprendida las travesuras de Daniel y poco a poco una pequeña sonrisa asomaba en su rostro. - ¡Eres muy divertido! -exclamó la princesa entre risas.

El rey quedó impresionado por el ingenio de Daniel y cumplió su promesa: le concedió un deseo. Sin dudarlo ni un segundo, Daniel pidió un lápiz y pergamino para poder dibujar.

Desde ese día, el castillo se llenó de color y alegría gracias a los maravillosos dibujos de Daniel. La princesa descubrió el valor de la risa y nunca más volvió a estar triste.

Daniel enseñó a todos en el reino que la alegría está en las cosas simples como dibujar o hacer piruetas; que siempre hay una forma de encontrar luz en los momentos oscuros si uno tiene creatividad y determinación.

Y así, gracias a la valentía e ingenio de un chico llamado Daniel, el reino vivió feliz para siempre bajo el brillo de las sonrisas de su amada princesa y los colores vivos plasmados en cada uno de sus dibujos.

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