Daniela y el Parque Mágico
Era un hermoso día de primavera en el barrio donde vivía Daniela. El sol brillaba con todas sus fuerzas y los colores de las flores llenaban el aire con fragancias dulces y alegres. Daniela, una niña de siete años, decidió que era un día perfecto para ir al parque.
Cuando llegó, se encontró con su mejor amiga, Ana, que estaba recogiendo flores.
"¡Hola, Ana!" -gritó Daniela emocionada. "¿Qué estás haciendo?"
"¡Hola, Daniela! Estoy recolectando flores para hacer un ramo. ¿Te gustaría ayudarme?" -respondió Ana con una sonrisa.
"¡Claro! Me encantaría" -dijo Daniela, mientras se arrodillaba para recoger una hermosa margarita.
Las dos amigas comenzaron a buscar flores. Juntas, llenaron una canasta de colores brillantes: rosas, girasoles y claveles. Estaban tan concentradas en su tarea que no notaron que una mariposa azul los estaba observando.
"¿Te imaginas si pudiéramos hablar con una mariposa?" -dijo Daniela de repente.
"¡Sí! Sería increíble" -respondió Ana.
Justo en ese momento, la mariposa se acercó y, para su sorpresa, habló:
"¡Hola, amigas! Soy Lila, la mariposa del parque. He estado escuchando su conversación. ¿Quieren vivir una aventura con mis flores mágicas?"
Daniela y Ana, asombradas, miraron a Lila y respondieron al unísono:
"¡Sí!"
Lila les explicó que, en lo más profundo del parque, había flores que podían conceder deseos. Pero había una condición: debían aprender a cuidar la naturaleza primero.
"Si cuidan del parque y enseñan a otros a hacerlo, las flores mágicas les otorgarán un deseo" -dijo Lila.
"¡Eso suena genial!" -exclamó Daniela.
Así que las chicas comenzaron su misión. Recolectaron basura, plantaron nuevas flores y convocaron a otros niños del barrio para que se unieran a su causa. Cada vez que hacían algo bueno por el parque, Lila aparecía y aplaudía emocionada.
"¡Están haciendo un trabajo increíble!" -decía Lila.
Pasó el tiempo y, a medida que limpiaban y cuidaban el parque, el lugar se transformaba en un espacio más hermoso. Pero como todo desafío, también tuvieron que enfrentar obstáculos. Un día, un grupo de chicos llegó y comenzó a jugar sin cuidar el parque.
"¡Oigan! No pueden hacer eso!" -gritó Ana.
"¡Sí! Hay que cuidar lo que tenemos" -agregó Daniela.
Los chicos se rieron, pero Lila, desde lo alto, decidió intervenir.
"¡Espera un momento!" -dijo volando en círculos.
"¿Quieren jugar aquí? ¿Qué tal si les contamos sobre las flores mágicas?" -sugirió Daniela.
"¿Flores mágicas?" -preguntaron curiosos los chicos.
"Sí. Si cuidamos del parque, podremos tener un deseo. ¡Imaginen lo que podríamos pedir!" -dijo Ana, tratando de captar su atención.
Los nuevos chicos sintieron curiosidad y decidieron unirse a la causa; así que comenzaron a ayudar en lugar de dañar el parque.
Después de algunas semanas de trabajo en equipo, Lila se acercó de nuevo.
"¡Han hecho un trabajo maravilloso, chicas! Estoy muy orgullosa de ustedes y de todos los nuevos amigos que han hecho. Es hora de que se hagan un deseo" -anunció.
Daniela y Ana se miraron emocionadas.
"¿Qué deseamos?" -preguntó Daniela.
"Un lugar donde todos puedan jugar y aprender sobre las flores y los árboles" -sugirió Ana.
Lila sonrió y, con un parpadeo de sus alas, hizo que un bello jardín infantil se formara en el parque.
"¡Listo! Ese será su deseo. Ahora todos los niños podrán disfrutar del parque y aprender a cuidarlo" -dijo Lila.
Daniela y Ana estaban felices, y junto a sus nuevos amigos, aprendieron que cuidar del entorno es una aventura que trae recompensas.
Desde ese día, el parque se convirtió en un lugar especial, lleno de risas, juegos y sobre todo, mucha magia.
"¡Gracias, Lila!" -dijo Daniela, mientras la mariposa se desvanecía en el aire.
"Siempre cuidaremos de este lugar" -añadió Ana.
Y así, Daniela y sus amigos aprendieron la importancia de cuidar la naturaleza y cómo, a través de la colaboración y el amor por su entorno, podían crear un mundo más hermoso para todos.
Y siempre que el sol brillaba y las flores florecían, Lila la mariposa regresaba para ver cómo sus amigas cuidaban su mágico parque.
FIN.