Dante y el dulce de manzana



Era un día brillante en el Jardín Amancay y Dante estaba emocionado por la actividad del día.

La Seño les había enseñado a hacer dulce de manzana y cada niño tendría su frasco de vidrio para llevarlo a casa y compartirlo con sus familias. Dante estaba muy feliz porque le encantaba cocinar con su mamá, así que estaba seguro de que ella estaría orgullosa de él por hacer su propio dulce.

La Seño se acercó a Dante y le entregó un frasco vacío para que lo llenara con su delicioso dulce. "¡Hola Dante! Aquí tienes tu frasco de vidrio, asegúrate de llenarlo bien para que puedas compartirlo con tu familia", dijo la Seño sonriendo.

"¡Gracias Seño! ¡Voy a hacer el mejor dulce!", respondió Dante entusiasmado. Los niños comenzaron a pelar las manzanas, cortarlas en trozos pequeños y cocinarlas lentamente hasta que se convirtieran en una mermelada espesa y dulce.

Dante seguía todas las instrucciones cuidadosamente, añadiendo el azúcar justo en el momento adecuado, revolviendo constantemente para evitar quemar la mezcla. Cuando terminó, colocó la mermelada caliente en su frasco de vidrio.

Estaba tan contento con su trabajo que decidió decorarlo con una cinta roja brillante antes de llevárselo a casa. Al llegar a casa, Dante corrió hacia su mamá para mostrarle lo que había hecho. Ella quedó impresionada al ver el hermoso frasco lleno de mermelada casera hecha por su propio hijo.

Dante le explicó cómo lo había hecho y su mamá lo felicitó por su trabajo. "¡Estoy tan orgullosa de ti, Dante! ¡Eres un gran cocinero!", dijo ella con una gran sonrisa en la cara.

Dante se sintió muy feliz y decidió que quería compartir su dulce de manzana con sus vecinos también. Así que fue de puerta en puerta entregando frascos a todos los vecinos cercanos.

Los vecinos estaban encantados con el dulce y agradecieron a Dante por ser tan amable. "¡Muchas gracias, Dante! ¡Este es un regalo maravilloso!", dijeron los vecinos mientras recibían el frasco de vidrio lleno de mermelada casera.

Dante se sentía tan feliz al ver las sonrisas en los rostros de las personas que él había hecho algo especial para ellos. Se dio cuenta de que no sólo era bueno en la cocina, sino también en hacer feliz a la gente.

Desde ese día, Dante siguió haciendo cosas especiales para sus amigos y familiares, siempre asegurándose de poner todo su corazón en cada cosa que hacía. Y así aprendió una lección importante: cuando haces algo con amor y dedicación, puedes traer alegría a la vida de los demás.

FIN.

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