Dara y el Gran Cumpleaños
Era una soleada mañana de septiembre y Dara, una niña de cinco años, se encontraba frente a un enorme cartel en el aula que decía "¡Faltan solo cinco días para mi cumpleaños!" Con sus ojos brillantes, miraba el dibujo de una torta de tres pisos llena de fresas y velas. Su corazón latía de emoción.
El día de su cumpleaños siempre había sido especial, pero este año, Dara tenía un plan. "Voy a compartir la torta con todos mis compañeros del curso más una sorpresa. ¡Quiero que todos sean mis amigos!"- pensaba mientras miraba por la ventana.
Pero había un problema. Aunque amaba los recreos, hacer amigos le resultaba difícil. A menudo jugaba sola, observar a otros niños reír y jugar juntos la hacía sentir un poco triste. Además, su profesor, el señor Pérez, siempre le parecía alguien un poco complicado de entender. "A veces no sé qué quiere decir con lo que dice..."- solía murmurar para sí misma.
Un día, mientras Dara estaba en el patio de juegos, vio a un grupo de niños jugando a la pelota. "¿Y si pido jugar con ellos?"- se preguntó.
Decidida, respiró hondo y se acercó. "Hola, ¿puedo jugar con ustedes?"- preguntó, un poco nerviosa.
Los chicos la miraron, algunos sonrieron y uno de ellos respondió. "Claro, ¡vení!"-.
Dara se unió al juego y, aunque al principio fue un poco torpe, se divirtió mucho. De repente, el balón salió de la cancha y rodó hacia un rincón donde había un pequeño arbusto. "¡Yo voy a buscarlo!"- dijo el niño más grande del grupo.
Cuando regresó, llevó el balón en alto y exclamó. "¡Aquí está! Ahora, jugamos todos juntos, ¿sí?"-
Dara sonrió y sintió que poco a poco, estaba empezando a hacer amigos. Pero en la escuela había otra cosa que le preocupaba: las lecciones del señor Pérez. En una clase de matemáticas, mientras sus compañeros respondían, Dara no entendía muy bien lo que decía. Una y otra vez miraba a su profesor con un gran signo de interrogación en su rostro. "Señor Pérez, ¿puede repetir por favor?"- preguntó, levantando su mano con timidez.
El maestro, algo distraído, la miró y dijo. "Dara, debes prestar más atención. La matemática es fácil si te concentras"-.
Dara sintió que se le encogía el corazón, pero decidió que no iba a rendirse. Esa tarde, después de clase, con la ayuda de su mamá, encontró un libro de matemáticas con dibujos y juegos en lugar de números complicados. "Voy a aprender de otra manera"- se dijo.
Los días fueron pasando y llegó el gran día. El aula estaba decorada con globos y serpentinas. Dara estaba nerviosa, pero también emocionada. Al llegar a la hora de su cumpleaños, todos sus compañeros gritaban. "¡Feliz Cumpleaños, Dara!"-.
En ese momento, Dara vio la mesa con la torta que su mamá había hecho, con tres pisos y muchas fresas frescas. "Maravillosa sorpresa, ¡gracias!"- gritó.
"Ahora vamos a jugar a un nuevo juego que se llama ‘hacer amigos’"- propuso el niño que había jugado la pelota con ella. Todos, incluido el señor Pérez, participaron. Hicieron grupos con diferentes actividades: pintura, juegos de mesa y hasta relatos de cuentos.
Dara, feliz y llena de energía, se dio cuenta de que, a través de los juegos y la diversión, había podido conectar con sus compañeros. Y cuando llegó el momento de cortar la torta, no estuvo sola. Todos estaban a su alrededor esperando un pedazo. "Esta torta es para todos"- dijo.
Así, la niña de cinco años que alguna vez dudó en hacer amigos, se convirtió en la estrella del cumpleaños y en la amiga que todos querían. Al finalizar el día, el señor Pérez se acercó a ella y le dijo con una gran sonrisa. "Estoy muy orgulloso de ti, Dara. A veces es necesario encontrar la forma en que aprendemos, y hoy lo hiciste de maravilla"-. Y así, Dara comprendió que la amistad y el aprendizaje van de la mano. terminar el día con un gran abrazo de todos sus amigos.
FIN.