Darío y el Concierto de Navidad
Era una fría mañana de miércoles, y Darío se despertó con un escalofrío. Lo primero que vio fue una habitación desordenada, llena de partituras y instrumentos. Se llevó las manos a la cabeza y pensó: "¡No puede ser!". En su mente había una sola idea: ¡hoy tenía clase de música y no había estudiado nada!
-Daría cualquier cosa por no ir a clase -susurró, muy preocupado.
De repente, su cuarto se iluminó con un destello brillante. Dos pequeñas hadas, con alas relucientes y una sonrisa juguetona, entraron flotando.
-Hola, Darío -dijo una de ellas, que se llamaba Lía-. Nos dimos cuenta de que estás un poco confundido.
-Sí, porque tengo un examen de música que no quiero enfrentar -se lamentó Darío.
-No te preocupes -intervino la segunda hada, llamada Minu-. ¡Podemos ayudarte! Pero primero necesitamos un plan.
-¿Qué plan? -preguntó Darío intrigado.
-¡Vamos a organizar un gran concierto! -gritó Lía con entusiasmo.
- ¡Un concierto! -repitió Darío, sorprendido.
-Sí, reuniremos a una banda musical. Si tocamos la canción perfecta, podrías despertarte de este mal sueño. -dijo Minu.
-Con nuestra música, haremos que todo sea posible -agregó Lía.
Con el ánimo renovado, Darío y las hadas comenzaron a buscar músicos por todo el lugar. Primero encontraron a una tortuga llamada Tobi, que tocaba el trombón; luego, a un loro llamado Rocco, que sabía tocar la guitarra con gran destreza. Después llegó un conejo que tocaba el tambor, llamado Benny, y por último, una ardilla llamada Silvi que trajo su flauta.
-¡Qué increíble banda hemos formado! -exclamó Darío, mirando a sus nuevos amigos.
Pero antes de que comenzaran a ensayar, Lía y Minu dijeron:
-Pero aún falta algo. Necesitamos una gran canción, una que haga soñar a todos.
Tras pensarlo un momento, Darío comenzó a cantar una melodía que había creado cuando era pequeño. Era una canción sobre la Navidad, sobre compartir y ser feliz en compañía de los que queremos. Todos los miembros de la banda comenzaron a tocar e improvisar sobre esa melodía, haciendo que la música resonara con alegría.
-¡Esto es maravilloso! -gritó Benny, el conejo.
-¡Vamos a practicar hasta que sea perfecto! -exclamó Rocco, el loro, emocionado.
Pasaron horas ensayando. La música llenaba el aire y todos se entregaron al momento. Lía y Minu danzaban al ritmo de la canción, creando un espectáculo de luces que hacía que el escenario brillara.
Finalmente, llegó el momento del concierto. Los animales acomodaron sus instrumentos y Darío respiró hondo.
-Bienvenidos a nuestro mágico concierto -anunció. -Hoy queremos compartir alegría con todos.
Comenzaron a tocar. La melodía de Darío se mezclaba con el trombón de Tobi, la guitarra de Rocco, el tambor de Benny y la flauta de Silvi. El público, compuesto por criaturas del bosque, se unió al baile, riendo y cantando.
-¡Es increíble! ¡Siento que todo el bosque está vivo con nuestra música! -gritó Minu, mientras volaba entre el público.
De repente, las luces del escenario comenzaron a parpadear, y todo empezó a girar. Darío sintió que todo se desvanecía y su corazón latía con más fuerza. Intentó concentrarse y siguió cantando con todas sus fuerzas, deseando despertarse.
Entonces, un estruendo llenó el aire y, en un abrir y cerrar de ojos, se encontró de vuelta en su cama.
Darío abrió los ojos y se dio cuenta de que no era miércoles, sino ¡y era Navidad!
-¡Eureka, lo logré! -gritó con alegría, recordando su increíble aventura.
Saltó de la cama y corrió hacia la ventana, donde vio la nieve cubriendo todo. En su corazón sentía la música que había compartido con sus nuevos amigos, cada acorde aún resonando en su interior.
Desde ese día, Darío se propuso estudiar música con todo su corazón, y cada Navidad celebraba con música y amigos, recordando su mágica experiencia con las hadas y la banda que había formado.
Porque a veces, lo que parece una pesadilla puede convertirse en el sueño más hermoso que jamás hayamos imaginado.
FIN.