Darla la Osita Gris y la Gran Aventura



Era un hermoso día en el Bosque de Lanas Verdes. Darla, la osita gris, se despertó con el canto de los pájaros y el suave murmullo del viento. "¡Hoy va a ser un gran día!"- pensó mientras se estiraba. A Darla le encantaba jugar con sus amigos: Tito el conejo, Lila la ardillita y Bruno el oso marrón.

"¡Hola, amigos!"- gritó Darla mientras corría hacia el claro donde siempre se juntaban. Tito estaba haciendo saltitos emocionados. "¡Hola, Darla! Hoy tengo una idea genial para jugar. Vamos a construir una cabaña de ramas y hojas. ¡Después podemos hacer una merienda!"-

Lila, con su cola peluda moviéndose de un lado a otro, añadió: "¡Eso suena divertido! Además, podemos hacerla lo suficientemente grande para que quepamos todos."

Bruno, un poco más serio, dijo: "Me parece bien, pero tenemos que asegurarnos de que la cabaña sea segura. No quiero que se nos caiga encima."

Todos asintieron, y juntos comenzaron a recolectar palos, ramas y hojas de diferentes colores. Mientras trabajaban, Darla sintió que había algo especial en ese momento. Estaban colaborando, riéndose y disfrutando de la compañía.

Pero, de repente, cuando estaban a punto de terminar la cabaña, una ráfaga de viento sopló con fuerza y desbarató parte de su construcción.

"¡Oh no! Todo nuestro trabajo..."- se lamentó Lila, mirando las ramas desparramadas por el suelo.

Darla, sintiendo que sus amigos estaban tristes, decidió motivarlos: "No se preocupen. Podemos intentar de nuevo. Cada vez que algo sale mal, aprendemos a hacerlo mejor. ¿Qué opinan?"-

Bruno, que al principio se sentía frustrado, sonrió. "¡Tienes razón, Darla! Vamos a levantarnos y continuar. ¡No podemos rendirnos!"-

Así que nuevamente se pusieron manos a la obra. Esta vez, cada uno tomó un rol importante. Darla se encargó de encontrar las mejores ramas, Tito saltó para buscar hojas frescas y Lila se encargó de decorar la cabaña con flores y piñas. Bruno, siempre el más fuerte, aseguraba que la estructura fuera resistente y firme.

Tras varias horas de esfuerzo y muchas risas, finalmente terminaron la cabaña. Era la más bonita que habían construido, llena de colores y con un aire acogedor. Todos se sintieron orgullosos.

"¡Miren lo que hicimos!"- exclamó Lila, brincando de alegría.

"Es impresionante, ¡parece mágica!"- añadió Tito, mientras se asomaba por la entrada de la cabaña.

Darla estaba muy feliz de ver a sus amigos sonreír, y en ese instante, decidió que era tiempo de celebrar. "¡Vamos a hacer la merienda! Traje unas galletitas de miel y frutas del bosque. Despacito, voy a sacar lo que tengo en mi mochila."

Mientras disfrutaban de la merienda, los cuatro amigos empezaron a contar historias y compartir sus sueños. Tito se imaginó como un gran explorador, Lila soñaba con ser una talentosa artista, Bruno quisiera construir casas para todos los animales del bosque y Darla soñaba con hacer un gran festival de juegos para todos sus amigos del bosque.

La tarde pasó volando, pero había un último giro en la historia. Luego de terminar la merienda, Darla vio que una pequeña ardillita se acercaba intentando alcanzar una piña que había caído.

"¡Miren! Esa ardillita necesita ayuda. Vamos a ayudarla, amigos!"- dijo Darla, moviéndose rápidamente hacia la pequeña!"¡Sí! Es nuestro deber ayudar, somos amigos de todos en el bosque"- contestó Bruno, guiándolos.

Cuando llegaron, la ardillita temerosa les dijo: "¿Podrían ayudarme a recoger algunas piñas para llevar a mi casa?"-

Darla sonrió: "¡Por supuesto! Ven con nosotros, así podrás compartir una merienda con nosotros una vez que hayamos terminado!"

En un rato, los cuatro amigos, junto a la nueva amiga, lograron recoger muchas piñas y les ayudaron a llevarlas a su árbol.

"Gracias, amigos. Son los mejores, y me encantaría ser parte de sus juegos!"- exclamó la ardillita, iluminando el rostro de todos.

Cada uno sintió que unirse y ayudar a otros les daba aún más alegría. Mientras el sol se ponía en el horizonte, prometieron que siempre serían amigos y estarían ahí para ayudarse entre sí. La amistad, la colaboración y la alegría compartida fueron las verdaderas enseñanzas de aquel día.

Y así, bajo la luz de las estrellas, Darla y sus amigos supieron que siempre había un espacio para la amistad, la diversión y la ayuda en su hermoso bosque.

FIN.

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