Darwin y la belleza de la generosidad
Había una vez en un bosque encantado, donde vivían muchos animales felices y coloridos. Entre ellos estaban Darwin, un pavo real presumido y vanidoso, y Sofía, una dulce mariposa que revoloteaba con gracia por todo el lugar.
Desde que Darwin vio a Sofía por primera vez, quedó deslumbrado por su belleza y elegancia. Se acercaba a ella con sus plumas desplegadas tratando de conquistarla con su brillo y colores llamativos.
Pero Sofía solo tenía ojos para Mateo, un simpático conejito que siempre la hacía reír con sus travesuras. Darwin se sentía triste al ver que Sofía no correspondía a sus sentimientos, pero en lugar de rendirse decidió luchar por su amor.
Buscó consejo en sus amigos del bosque: Lucas el zorro astuto y Clara la ardilla sabia. Ellos le dijeron que en lugar de intentar impresionar a Sofía con su apariencia, debía mostrarle su verdadero yo: amable, generoso y atento.
Con esta nueva perspectiva, Darwin comenzó a ayudar a los demás animales del bosque sin esperar nada a cambio.
Recolectaba frutas para los pájaros, arreglaba madrigueras para los conejos e incluso ofreció sus brillantes plumas como adorno para el nido de una pareja de mirlos. Un día, mientras Darwin estaba ocupado plantando flores para decorar el bosque, escuchó risas provenientes de un claro cercano. Era Sofía junto a Mateo disfrutando de un picnic bajo la sombra de un árbol.
En lugar de sentir celos o tristeza, Darwin sonrió al ver lo felices que se veían juntos. Decidió acercarse lentamente sin hacer ruido para no interrumpir ese momento especial entre ellos.
Al notar su presencia, Sofía se sorprendió y le preguntó qué hacía allí. "Solo quería asegurarme de que estén bien", respondió Darwin con sinceridad. Sofía miró a Mateo y luego a Darwin con una mezcla de admiración y gratitud en sus ojos.
Comprendió todo el esfuerzo que había puesto Darwin para demostrarle su cariño de una manera desinteresada y genuina. Finalmente, Sofía le dijo a Darwin: "Eres realmente especial y generoso. Aprecio mucho todo lo que has hecho por nosotros".
Y extendiendo una delicada ala hacia él agregó: "¿Serías mi amigo?". Darwin sintió una alegría inmensa al escuchar esas palabras tan sinceras de parte de Sofía.
Aunque no había conquistado su corazón como esperaba inicialmente, descubrió algo aún más valioso: la amistad verdadera basada en el respeto mutuo y la bondad desinteresada. Desde ese día en adelante, Darwin siguió siendo amigo tanto de Sofía como de Mateo; compartían aventuras juntos en el bosque ayudando a quienes lo necesitaban y aprendiendo unos de otros.
Y así demostraron que el amor puede manifestarse de muchas formas diferentes: ya sea romántico o fraternal; lo importante es siempre dar lo mejor de uno mismo sin esperar nada a cambio.
FIN.