David el Dinosaurio y sus Cosquillas Acuáticas



Había una vez un dinosaurio llamado David que vivía en un hermoso valle lleno de plantas coloridas y ríos cristalinos. David era un dinosaurio muy peculiar, porque a pesar de su gran tamaño, siempre disfrutaba ayudar a sus amigos en el valle. Una mañana, después de un delicioso desayuno, David se encontró fregando los platos, algo que le encantaba hacer.

- ¡Que lindo es mantener todo limpio y ordenado! – dijo David mientras enjabonaba los platos con su gran pata.

Después de terminar, David decidió ir a beber un poco de agua del río cercano. Mientras se acercaba, vio un grupo de peces jugueteando en el agua.

- ¡Hola, amigos! – saludó David. – ¿Puedo unirme a ustedes?

Los peces, emocionados, le respondieron:

- ¡Por supuesto, David! ¡Ven a jugar!

Pero en lugar de jugar, David sintió un poco de hambre y decidió comerse algunos de ellos. Después de unos minutos, el dinosaurio se sintió muy feliz porque estaba muy lleno. Pero, para su sorpresa, los peces que se habían comido empezaron a hacerle cosquillas desde adentro.

- ¡Aaah! ¿Qué está pasando? – exclamó David riendo.

- ¡Nos estamos divirtiendo aquí adentro! – gritaron los peces en coro.

David no pudo parar de reír. Era la primera vez que algo así le sucedía y decidió que quería hacer las paces con sus nuevos amigos.

- Está bien, lo siento, ¡quiero devolverlos al agua! – dijo David con sinceridad.

Con un movimiento cuidadoso, David se acercó al río y usó su gran cola para crear un pequeño remolino que ayudó a que los peces saltaran de vuelta al agua.

- ¡Gracias, David! – gritaron los peces mientras chapoteaban alegres. – ¡Eres muy bondadoso!

David sonrió y se sintió muy contento por haber hecho lo correcto. En ese momento, se dio cuenta de que ayudar a los demás es mucho más valioso que comerlos. Desde ese día, David se convirtió en el protector de los peces en el río y siempre los ayudaba a mantener su hogar limpio y seguro.

Un día, mientras jugaba con sus amigos, un pequeño pez se acercó a él.

- David, ¿podrías ayudarnos a despejar algunos troncos que cayeron en el agua?

- ¡Claro que sí! – respondió David sin dudar. – ¡Vamos a hacerlo juntos!

David utilizó su fuerza para mover los troncos y liberar el río, mientras los peces le agradecían dándole saltos de alegría.

- ¡Eres nuestro héroe, David! – manifestaron.

El dinosaurio se sintió muy bien por ayudar a sus amigos, y esa tarde hizo una gran fiesta en el río organizada solo para ellos.

Desde entonces, David aprendió que ser un buen amigo significa siempre estar ahí para ayudar y cuidar de los demás. Y nunca más pensó en comerse a sus amigos, porque había encontrado la felicidad en la amistad y en ayudar a los que lo rodeaban.

Y así, David el dinosaurio se convirtió en el rey del valle, no por su tamaño, sino por su gran corazón y su capacidad de hacer reír a todos, incluso a los peces con sus cosquillas acuáticas.

Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!

FIN.

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