David y su Gran Aventura en el Mundo de las Letras



En el pueblo de El Ejido, Michoacán de Ocampo, vivía un niño llamado David que iba en 5to grado en la Escuela Leonardo Guillen. A David le encantaba ser el centro de atención. Siempre hacía chistes para que sus amigos se rían y los divertía con sus trucos.

Un día, mientras exploraba el viejo desván de su abuela, David encontró un libro polvoriento titulado "Las Aventuras de las Letras". Curioso, lo abrió y, para su sorpresa, una luz brillante surgió del libro, envolviéndolo por completo. En un parpadeo, se encontró en un lugar mágico lleno de letras flotantes y personajes de cuentos.

"¡Hola! Soy Letrina, la guardiana de las letras", dijo una encantadora mujer con un vestido hecho de letras.

"¿Dónde estoy?" preguntó David, asombrado.

"Estás en el Mundo de las Letras, un lugar donde cada letra tiene su propia historia y cada historia tiene su propia vida", respondió Letrina.

David, emocionado, comenzó a explorar. Se encontró con un grupo de letras que estaban en desorden.

"¡Ayuda!" gritó la letra A. "Nos hemos mezclado y no podemos formar palabras".

"¿Cómo puedo ayudar?" preguntó David.

"Si juntas a cada letra con su amigo, podremos formar palabras de nuevo!" explicó la letra Z.

David se puso a trabajar, ayudando a las letras a encontrar sus compañeros. Juntó la A con la B y la C, formando la palabra —"ABC" . Las letras estallaron en un coro de risas.

"¡Esto es divertido!" exclamó David.

"Pero no te olvides que cada palabra tiene un significado. Si no sabemos lo que significan, ¡no podemos contar historias!" dijo Letrina.

A medida que avanzaba en su aventura, David se encontró con una letra triste, la S.

"¿Qué te pasa?" le preguntó.

"No puedo hacer nada si las palabras no me utilizan. Sin mí, no hay pluralidad" sollozó la letra S.

"¡Espera!" dijo David. "Sin ti, no se puede decir ‘perros’ ni ‘gatos’. Eres muy importante para el significado de las palabras".

"¿De verdad?" preguntó la S, con una sonrisa.

Esta revelación consiguió entusiasmar a David aún más.

"Debemos hacer un gran desfile con todas las letras y formar palabras increíbles!" propuso.

Letrina sonrió,

"Eso sería genial, pero necesitamos la letra Q para crear la palabra ‘que’ y doblar el significado en las oraciones!"

"No se preocupen, ¡yo sé donde encontrarla!" gritó David, recordando haberla visto jugando cerca del árbol de los cuentos.

Partieron a buscarla, y al llegar al árbol, encontraron a la letra Q.

"¡Hola! ¿Quieres unirte a nuestra celebración?" preguntó David.

"Claro que sí, pero debo decir que no tengo tanta diversión como las demás letras" se lamentó la letra Q.

"Definitivamente te equivocas; mi historia es que sin ti no podríamos preguntar nada" dijo David.

Agradecida, la letra Q decidió unirse. Juntos organizaron un desfile en el que formaron palabras como “aventura”, “felicidad” y “amistad”. Las letras estaban tan emocionadas que comenzaban a bailar al son de una canción que David inventó:

"¡Las letras son nuestras amigas, juntas hacen historias maravillosas!"

De repente, todo comenzó a temblar y una nube oscura apareció.

"¡Oh no! Es el Fantasma del Silencio, que quiere robar la voz de las letras!" advirtió Letrina.

"Si no hacemos algo rápido, el mundo de las letras se quedará en silencio para siempre".

"Necesitamos decir una frase poderosa!" sugirió David, recordando todo lo que había aprendido.

"¡Letras unidas jamás serán vencidas!" gritaron todos juntos.

El Fantasma del Silencio se desvaneció y las letras celebraron su victoria.

"Gracias, David. Has demostrado que todas las letras tienen su lugar y su importancia”, dijo Letrina.

"¡Y ahora debo volver a casa!" respondió David con una sonrisa.

Con un último destello de luz, David fue transportado de regreso a su hogar, el libro cerrado frente a él. Aunque había vuelto al desván, se dio cuenta de que había aprendido algo mucho más importante.

"¡Ahora entiendo! Cada palabra que uso puede contar una historia, y cada letra que veo tiene un sentido. ¡Deben unirse para hacer magia!" pensó, mientras se sentaba a escribir sobre su emocionante aventura.

Desde entonces, David nunca dejó de contar historias, y siempre recordó la importancia de cada palabra y de cada letra en su vida.

FIN.

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