De cómo los maestros del Instituto aprendieron a usar cuenti



En un pequeño pueblo llamado La Alegría, se encontraba el Instituto de Educación Creativa, un lugar donde los maestros enseñaban a los niños a soñar y crear. Sin embargo, había un pequeño problema: los maestros eran un poco reacios a usar la tecnología más moderna para contar cuentos. Aunque sabían que los niños adoraban las historias, preferían las viejas y confiables formas de narrar.

Un día, la directora del Instituto, la señora Clara, decidió que era tiempo de un cambio. Tenía una idea brillante entre manos: introducir una nueva herramienta llamada cuenti, una aplicación que ayudaba a crear historias interactivas.

- “¿Qué les parece si aprendemos a contar cuentos de una forma diferente? ” - propuso la señora Clara, mientras mostraba a un grupo de maestros la mágica pantalla de cuenti.

- “¡Pero Clara, ya sabemos cómo contar historias! Para qué complicarnos con tecnología.” - respondió el maestro Julián, que era conocido por su talento narrativo en el patio durante los recreos.

- “Los niños son nativos digitales, Julián. La tecnología nos puede ayudar a ser aún más creativos. Imaginen lo que podríamos lograr juntos.” - insistió Clara, con una chispa de emoción en la mirada.

Los maestros se miraron entre sí, dudando un poco. Finalmente, decidieron darle una oportunidad a la idea de la señora Clara. En una tarde soleada, se reunieron en el aula a aprender a usar cuenti. Al principio, todo parecía complicado y confuso.

- “No entiendo esto... ¿dónde está el botón para contar la historia? ” - preguntó la maestra Sofía, frunciendo el ceño mientras intentaba navegar por la aplicación.

- “Es como un cuento, solo que en vez de leerlo, lo creamos juntos,” - explicó Clara, intentando mantener el entusiasmo.

Después de varias risas y algún que otro error, los profesores empezaron a entender cómo funcionaba cuenti. Comenzaron a experimentar, creando cuentos llenos de colores y personajes divertidos.

- “Miren este personaje que creé: un dragón que sólo le teme a los pepinos.” - exclamó Julián, riendo a carcajadas mientras todos se unían a su locura.

- “¿Y si le ponemos un amigo, un ratón que quiere hacerlo vegetariano? ” - propuso Sofía, y así, las ideas comenzaron a fluir.

Poco a poco, cada maestro fue contribuyendo con su propia historia. Se hizo una competencia amistosa sobre quién podría contar el mejor cuento usando cuenti. Los maestros se esforzaron al máximo, e incluso recibieron ideas de sus alumnos.

Un mes después, el aula se convirtió en un verdadero festival de cuentos. Los niños estaban emocionados

- “¡Hoy vamos a escuchar historias hechas por los maestros! ” - gritó Lucía, una de las alumnas más entusiastas.

La sala estaba llena de risas y aplausos a medida que cada maestro presentaba su cuento interactivo. El dragón vegetariano de Julián recibió un cálido aplauso, mientras que la historia de Sofía sobre un pez que quería ser estrella de rock hizo que todos los niños aplaudieran con tanta fuerza que temieron que las paredes del Instituto temblaran.

- “¡Nunca pensé que contar cuentos podría ser tan divertido! ” - exclamó el maestro Julián, sorprendido por cuán bien había resultado la experiencia.

- “Lo mejor de cuenti es que no solo contamos cuentos, sino que interactuamos con ellos. ¡Los niños pueden ser parte de la historia! ” - añadió Clara, mientras entre todos susurraban ideas nuevas para historias del próximo mes.

Al final del día, los maestros se dieron cuenta de que aprender algo nuevo, y dejarse llevar por la creatividad de los niños, resultó ser una experiencia maravillosa. Los cuentos que crearon llenaron de alegría no solo a los niños, sino también a ellos mismos.

- “¿Vieron? Aprender siempre es una aventura y a veces hay que dejarse llevar por las nuevas ideas.” - concluyó Clara, satisfecha y emocionada por el futuro.

Desde aquel día, en el Instituto de Educación Creativa, los cuentos nunca volvieron a ser los mismos. Con cuenti, aprendieron que la historia más importante era la que se escribía juntos, entre risas, sorpresas y un poco de locura.

FIN.

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