De cómo los pequeños Natuvitas hicieron de Amazolón un verde planeta para vivir



Había una vez, en un rincón del vasto universo, un pequeño planeta llamado Amazolón. Este planeta era conocido por su belleza, pero también por la tristeza que lo invadía. La mayoría de su superficie estaba cubierta de rocas grises y su cielo era un azul pálido que se apagaba con el tiempo. No había árboles, ni flores, ni animales, solo un silencio pesado. Sin embargo, en este mundo sombrío, vivían unos pequeños seres llamados Natuvitas.

Los Natuvitas eran criaturas diminutas que tenían un gran amor por la naturaleza. Eran de colores vibrantes: unos amarillos como el sol, otros verdes como los bosques y algunos azules como el mar. Eran muy curiosos y siempre soñaban con ver su amado planeta florecer. Sin embargo, la preocupación crecía entre ellos.

"Natuvitas, ¿qué vamos a hacer? Este lugar es muy gris, no hay vida..." - dijo Lila, una Natuvita de alas de mariposa.

"¡ Tenemos que hacer algo!" - exclamó Tico, otro Natuvita, cuyas manos brillaban como el fuego. "Si cada uno de nosotros aporta un poco de su magia, tal vez podamos cambiar este lugar."

Los amigos se juntaron en una asamblea bajo un enorme y solitario peñasco en el centro del planeta. Cada uno tenía una habilidad especial: Lila podía hacer que las semillas crecieran con solo tocarlas, Tico podía hacer fuego y calentar la tierra, y Flori, una Natuvita con favor de colores arcoíris, podía transformar el aire en un dulce aroma floral.

"Vamos a sembrar semillas por todas partes!" - sugirió Lila entusiasmada.

Así que, armados con su magia y lleno de esperanza, decidieron comenzar su misión. Recorrieron todo Amazolón, plantando semillas y creando pequeñas hendiduras en la tierra con las manos de Tico. Al principio, no pasaba nada. Los días se convertían en semanas y la desesperanza comenzó a asomarse.

"Quizás estamos soñando demasiado en grande..." - se lamentó Lila.

"No, no, debemos seguir intentándolo. ¿Qué tal si organizamos una gran fiesta para motivarnos?" - propuso Flori, que siempre tenía una sonrisa.

Los Natuvitas se pusieron manos a la obra y organizaron una mágica fiesta. Invitaron a todos los seres que pudieran imaginar. Fuegos de colores, cantos en armonía y una gran mesa llena de frutas de colores llenaron el peñasco donde se reunieron. La risa y la música fascinaban a los otros seres que vivían en monitoreo del planeta.

"¡Eso es lo que necesitamos! Más alegría. ¡Más unión!" - se entusiasmó Tico, saltando alrededor.

Después de la fiesta, algo increíble sucedió. Las semillas comenzaron a brotar poco a poco. Del suelo surgieron pequeñas plantas verdes, que luego se convirtieron en árboles frutales llenos de vida. En un par de semanas, el mundo gris de Amazolón empezó a transformar. El cielo se tornó más azul, el aire se siente fresco y, lo más especial, ¡las flores comenzaron a florecer por todas partes!"¡Miren! ¡Todo está floreciendo!" - gritó Lila, saltando de alegría.

"Esto es increíble. ¡Estamos logrando cambiar Amazolón!" - exclamó Tico.

Sin embargo, había un giro inesperado. Un gran viento sopló y, en su furia, derribó algunas plantas. Los Natuvitas se alarmaron.

"No podemos rendirnos ahora. ¡Debemos proteger lo que hemos conseguido!" - dijo Flori, recordando todo lo que habían pasado.

Y así, decidieron ser los guardianes de sus propias creaciones. Lila utilizó su magia para hacer crecer las plantas nuevamente, Tico creó pequeños refugios de hojas para protegerlas del viento, y juntos comenzaron a cuidar de todas las plantas que habían sembrado.

Poco a poco, Amazolón se convirtió en un hermoso planeta verde y vibrante. Los animales regresaron, y hasta el cielo se visto más claro y brillante que nunca. Los Natuvitas aprendieron que trabajar en equipo y nunca rendirse puede cambiar el mundo.

"Mirá lo que hemos hecho. Este es el comienzo de una nueva era para Amazolón." - señaló Tico con orgullo.

Y así, los pequeños Natuvitas demostraron que incluso las pequeñas manos pueden crear grandes cambios, convirtiendo su hogar en un planeta verde donde todos querían vivir felizmente. Desde entonces, cada año, celebran el Día de la Vida, recordando cómo se unieron para hacer de Amazolón un hermoso lugar lleno de naturaleza, amor y amistad.

FIN.

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