De Lavadora a Asustador



En el fondo del océano, en la ciudad de Fondo de Bikini, vivía Bob Esponja, una esponja amarilla y simpática que tenía un trabajo único. Durante el día, cumplía su labor como esponja para lavar los platos en el restaurante más famoso de la ciudad, el Crustáceo Cascarudo. Bob disfrutaba viendo cómo los platos brillaban y relucían después de pasar por él.

"¡Mirá cómo brillan estos platos!" - decía con alegría mientras restregaba los platos sucios.

Pero cuando caía la noche, algo mágico sucedía. Bob Esponja se transformaba en un asustador. Junto a sus amigos, el Patricio y la Arenita, se preparaba para llevar a cabo su misión de asustar a los habitantes de Fondo de Bikini.

"¡Es hora de que la diversión comience!" - exclamaba Bob emocionado.

Una noche, decidieron hacer su mejor truco de miedo. Se escabulleron hacia la casa de Calamardo, su vecino y amante de la tranquilidad. Patricio se disfrazó de fantasma, mientras que Arenita se preparaba con su traje de monstruo.

"¡Boo!" - gritó Patricio, haciéndose el fantasma.

Sin embargo, algo inesperado ocurrió. Calamardo no se asustó, sino que se rió a carcajadas.

"¿Eso es todo? Creí que iba a ser algo más aterrador" - dijo Calamardo, burlón.

Bob, sintiéndose un poco desanimado, pensó que tal vez lo que hacían no era tan divertido después de todo. Pero Arenita lo animó.

"¡Vamos, Bob! ¡Podemos hacerlo mejor!"

Los tres amigos decidieron cambiar su estrategia. En lugar de asustar, optaron por hacer reír. Salieron a la calle y comenzaron a contar chistes, hacer muecas y realizar trucos de magia.

"¡Tengo un chiste! ¿Por qué el pulpo no puede jugar al escondite? Porque ¡se esconde en su tinta!" - contó Patricio mientras todos reían.

Los ciudadanos de Fondo de Bikini comenzaron a unirce a ellos. Las calles se llenaron de risas y alegría, y Bob se dio cuenta de que asustar no era lo que más disfrutaba.

"¿No es mejor hacer reír?" - preguntó Bob a sus amigos.

"¡Sí! Podemos ser un equipo de entretenedores" - afirmó Arenita.

Cambiaron su misión. Desde esa noche en adelante, cada vez que caía la oscuridad, Bob y sus amigos llenaban la ciudad de risas, creando un espectáculo de alegría donde todos podían participar.

Así, Bob Esponja comprendió que su verdadera misión no era asustar, sino que era traer felicidad a los demás. Las noches de Fondo de Bikini se transformaron en momentos inolvidables llenos de risas.

"¡Qué bien que hacemos reír a la gente!" - dijo Bob con una gran sonrisa.

Y así, la esponja amarilla siguió trabajando en el Crustáceo Cascarudo durante el día y se convirtió en el rey de las risas por la noche.

De esta manera, Bob Esponja aprendió que lo más importante es no tener miedo de ser uno mismo y que, a veces, la mejor forma de alegrar el día de alguien es a través de una simple risa.

FIN.

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