De Molesto a Amigo



Era una mañana soleada en el colegio "San Martín", y los estudiantes se apuraban para llegar a sus clases. Entre ellos se encontraba Romeo Lagares Albornoz, un chico de 13 años con una energía inagotable y un sentido del humor que, a veces, se pasaba de la raya. A él le encantaba hacer reír a sus compañeros, pero había uno que no compartía su entusiasmo: Francisco.

Un día, mientras todos estaban en el recreo, Romeo decidió hacer de las suyas. Se acercó a un grupo que jugaba a la pelota y comenzó a imitar a su profesor de matemáticas, haciendo que todos se rieran a carcajadas.

"¡Miren, soy el profe Cuenca! ¡Hagan los ejercicios o les pongo un 2!" - gritó Romeo entre risas.

Al principio, la broma fue bien recibida, pero Francisco, que estaba en el grupo, no la tomó a bien.

"Ehh, Romeo, ya basta. No hay necesidad de hacer el ridículo" - le dijo con tono molesto.

Pero nuestro amigo no se detuvo. Estaba demasiado alocado para detenerse ante un simple comentario. La situación se repitió día tras día, hasta que un día Francisco, cansado de las constantes interrupciones y bromas, decidió hablar con Romeo.

"Escuchame, ¿por qué te gusta molestar tanto a los demás? Solo porque a vos te parece gracioso, no significa que a todos nos guste" - le dijo Francisco, ya muy indignado.

Romeo se sintió mal al escuchar eso. Nunca había pensado que su forma de hacer reír podía incomodar a otros. Pero, en lugar de disculparse, intentó justificar su actitud.

"Pero yo solo quiero que todos se diviertan como yo lo hago. ¡Fuera de joda, es solo una broma!" - respondió Romeo, confundido.

Sin embargo, los días siguieron y Francisco decidió organizar un pequeño grupo de amigos para hablar sobre lo que había estado ocurriendo. Acordaron que si Romeo seguía molestando, harían algo al respecto. Ambos lados estaban frustrados.

Un día, después de una clase de educación física, todo el grupo se reunió. Por primera vez, Romeo se dio cuenta de que no solo lo estaban ignorando, sino que habían comenzado a evitarlo.

Al ver que sus amigos se alejaban, se sintió solo y abrumado. Entonces, decidió hablar con Francisco nuevamente.

"Che, mirá. Creo que tengo que hacer algo. No quiero estar solo. ¿Podemos hablar?" - le preguntó Romeo, con un tono más tranquilo.

Francisco, un poco sorprendido, aceptó.

"Bueno, Romeo, hablemos. ¿Por qué no tratás de ser un poco más respetuoso con lo que piensan los demás? A veces, tu sentido del humor puede molestarlos" - le explicó.

Después de una larga charla, Romeo comenzó a comprender cómo sus bromas habían afectado a sus compañeros. Finalmente, hizo una promesa.

"Voy a intentar ser más consciente de lo que hago. Quiero que todos se sientan cómodos y divertidos de una manera que no los moleste" - dijo Romeo, decidido.

A medida que pasaron las semanas, Romeo comenzó a hacer cambios. En lugar de burlarse, se convirtió en un buen oyente y comenzó a hacer preguntas sobre lo que sus amigos disfrutaban. Se interesó más en sus pasiones e incorporó su humor de una manera más amable. Incluso ayudó a Francisco a practicar para un examen que tenía.

Con el tiempo, la relación entre ellos se transformó. Francisco, quien antes se había sentido acosado, ahora veía a Romeo como un amigo en lugar de un molestoso.

"¡Che, Romeo, sos un genio! Gracias por ayudarme a estudiar" - exclamó Francisco, mientras celebraban la buena noticia de su nota en el examen.

"De nada, amigo. Vos me enseñaste que a veces, el mejor humor es aquel que se comparte sin molestar a los demás" - respondió Romeo, con una gran sonrisa.

A partir de ese día, los chicos aprendieron la importancia de la empatía y el respeto, no solo en el colegio, sino también en su vida diaria. Así, el viaje de Romeo de molesto a amigo se convirtió en una lección valiosa para todos.

FIN.

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