Defensor de los animales



Antonio era un niño muy especial. Desde pequeño, había mostrado un gran interés por los animales. Le encantaba leer libros sobre ellos, ver documentales y visitar zoológicos y reservas naturales.

Un día, mientras paseaba por el parque cercano a su casa, vio a un perro abandonado en una esquina. El animal estaba sucio y parecía tener hambre. Antonio no pudo resistirse y se acercó para acariciarlo.

- Hola amiguito - dijo Antonio con una sonrisa - ¿Quieres que te ayude? El perro movió la cola y empezó a lamerle la mano. Antonio sabía que no podía llevarlo a casa sin antes conseguir la autorización de sus padres, así que decidió buscar ayuda.

Caminando por el parque, encontró a una señora mayor sentada en un banco leyendo un libro. - Disculpe señora - dijo Antonio - ¿Podría ayudarme? Encontré a este perro abandonado y necesito saber qué puedo hacer para ayudarlo.

La señora levantó la vista del libro y sonrió al ver al niño con el perro en brazos. - Claro mi amor - respondió ella - Podemos llevarlo al refugio de animales más cercano. Allí lo cuidarán hasta encontrarle un hogar definitivo.

Antonio asintió emocionado y juntos se dirigieron hacia el refugio de animales más cercano.

Al llegar allí, fueron recibidos por voluntarios que les explicaron cómo funcionaba el lugar y les dijeron que estaban buscando adoptantes responsables para muchos otros animales como ese perro abandonado. Antonio salió del refugio con una idea en la cabeza. Quería ayudar a todos esos animales que no tenían hogar y darles una oportunidad de vivir felices.

Así, empezó a buscar formas de recaudar dinero para el refugio. Vendió galletas y limonada en su barrio, organizó rifas y pidió donaciones a sus amigos y familiares. Con el tiempo, Antonio se convirtió en un verdadero defensor de los animales.

Ayudaba en el refugio durante sus vacaciones escolares y seguía buscando maneras de colaborar con ellos. Un día, cuando ya era adolescente, recibió una noticia que lo emocionó mucho. La asociación protectora de animales más grande del país había decidido reconocerlo por su labor altruista.

Antonio subió al escenario ante cientos de personas que lo aplaudían mientras le entregaban un diploma y un trofeo por su dedicación hacia los animales. En ese momento, Antonio supo que todo había valido la pena.

Había encontrado su pasión gracias a aquel perro abandonado que encontró en el parque años atrás. Y estaba seguro de seguir trabajando duro para proteger a aquellos seres indefensos que tanto amaba.

FIN.

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