Defensores del Hogar
Había una vez en un lejano valle, un grupo de dragones que vivían en armonía con la naturaleza. Eran criaturas majestuosas y sabias, cuyas escamas brillaban bajo el sol y cuyos rugidos resonaban en todo el valle.
Un día, mientras los dragones jugaban y volaban libres por los cielos, escucharon gritos a lo lejos. Al acercarse, vieron a un grupo de cazadores furtivos que se adentraban en su territorio con redes y lanzas en mano.
Los cazadores querían capturar a los dragones para vender sus escamas y dientes en el mercado negro. Alarmados por la presencia de los intrusos, los dragones decidieron huir para protegerse.
Sin embargo, los cazadores no tardaron en perseguirlos, persiguiéndolos sin descanso por el valle. Los dragones volaron tan rápido como pudieron, esquivando las flechas y redes que les lanzaban los cazadores. "¡Debemos encontrar un lugar seguro donde escondernos!", dijo Draco, el líder de los dragones, a sus compañeros.
Los dragones se adentraron en un frondoso bosque lleno de árboles centenarios y cuevas ocultas. Allí pensaron que estarían a salvo de sus perseguidores.
Sin embargo, uno de los cazadores logró herir a Zyra, la dragona más joven y veloz del grupo. "¡Ayuda! ¡Me han alcanzado!", gritó Zyra mientras caía al suelo con dolor. Los demás dragones se detuvieron angustiados al ver a su amiga herida.
Sabían que debían actuar rápido para salvarla antes de que los cazadores los atraparan a todos. "¡No podemos rendirnos! Debemos luchar juntos contra estos intrusos", exclamó Draco con determinación. Con valentía y astucia, los dragones idearon un plan para despistar a los cazadores y proteger a Zyra.
Crearon ilusiones ópticas con sus alas brillantes e hicieron temblar la tierra con sus rugidos ensordecedores. Los cazadores se confundieron ante aquel espectáculo mágico y retrocedieron momentáneamente.
Aprovechando la distracción de sus perseguidores, los dragones llevaron a Zyra hasta una cascada sagrada escondida detrás de las montañas. Allí las aguas cristalinas tenían propiedades curativas capaces de sanar cualquier herida o enfermedad. "Bebe esta agua bendita, querida amiga", dijo Draco mientras sostenía delicadamente la cabeza de Zyra para que bebiera.
Tras beber del agua milagrosa, Zyra sintió cómo su cuerpo se llenaba de energía renovada y su herida sanaba rápidamente. Los demás dragones celebraron aliviados haber salvado a su amiga gracias a su unidad y valentía frente al peligro.
Cuando salieron de la cascada sagrada, encontraron que los cazadores habían desaparecido misteriosamente del valle.
Los dragones supieron entonces que habían demostrado ser más fuertes cuando luchaban juntos por un bien común: protegerse unos a otros y defender su hogar contra quienes intentaran dañarlo. Desde ese día en adelante, los dragones continuaron viviendo libres en el valle pero siempre alerta ante posibles amenazas externas.
Aprendieron que la verdadera fuerza reside en la unidad y solidaridad entre ellos mismos; una lección invaluable que nunca olvidarían mientras reinara la paz sobre aquel maravilloso lugar donde habitaban.
FIN.