Deisy y el Misterio de la Calle Mágica
Era una soleada mañana en el barrio de Deisy. Sin embargo, la niña se sentía muy angustiada. A su alrededor, los niños jugaban en el parque, reían y saltaban, mientras ella miraba desde la ventana de su casa.
- ¿Por qué no salís, Deisy? - le preguntó su vecino Lucas, un chico travieso de su misma edad.
- Tengo miedo de salir, Lucas. No sé qué puede pasar allá afuera - respondió ella, mirando hacia el suelo.
Lucas no entendía del todo. Para él, el mundo afuera era un lugar lleno de aventuras. Entonces, decidió ayudar a su amiga.
- ¿Y si hacemos un trato? - sugirió Lucas. - Yo te acompaño a la vuelta de la manzana. Prometo que no pasará nada malo.
Deisy dudó.
- Pero... ¿y si hay perros sueltos? ¿Y si me pierdo? - preguntó, imaginando todos los riesgos posibles.
- ¡Nada de eso va a pasar! - le aseguró Lucas. - Solo es una vuelta. Además, yo estoy contigo.
Finalmente, Deisy, con un nudo en la garganta, aceptó. Se puso su abrigo y, con un profundo suspiro, salió de la casa. Apenas cruzó la puerta, su corazón latía con fuerza.
- ¡Vamos! - la animó Lucas.
Juntos comenzaron a caminar. Pronto llegaron a la esquina, y Deisy se sintió un poco más tranquila. El sol brillaba y escuchaba risas de otros niños. Pero al llegar a la calle, un perro grande y animal apareció de la nada.
- ¡Ahhh! - gritó Deisy, asustada.
- ¡Es solo un perro! - le dijo Lucas, intentando calmarla. - No tiene por qué hacerte nada. Solo está buscando jugar.
Deisy miró al perro que, moviendo la cola, parecía tan amistoso. - ¿De verdad? - preguntó, insegura pero curiosa.
- Sí, ¡sí! Mirá, vení. - Lucas se agachó para acariciar al perro. Después de unos momentos, Deisy, con paso titubeante, se acercó también. El perro le dio un ladrido amigable y movió la cola aún más.
- ¡Es muy suave! - exclamó Deisy, olvidando por un momento su miedo. Esa pequeña interacción la hizo sentir un poco más valiente.
La vuelta siguió, y pronto se encontraron con un grupo de niños jugando a la pelota.
- ¿Querés jugar con nosotros? - preguntó una niña llamada Ana.
- ¡Sí! - respondió Lucas, justo antes de que Deisy pudiera decir algo.
- Pero... - comenzó a protestar Deisy, pero Lucas la interrumpió: - ¡Vamos, Deisy! A veces hay que probar cosas nuevas.
Así, Deisy se unió al juego y comenzó a reír. Aquello era tan divertido que olvidó por completo su miedo. Con cada pase de pelota, sentía que su valentía crecía. Y mientras corría de un lado a otro, se dio cuenta de que la calle no era un lugar aterrador, sino lleno de sorpresas.
Después de un rato, los niños decidieron hacer una pausa.
- ¡Fue la mejor tarde! - dijo Ana. - Nunca te había visto jugar. Sos muy buena.
Deisy sonrió más que nunca.
- Gracias, ¡ustedes también son geniales! - exclamó, orgullosa.
A medida que el sol comenzaba a ocultarse, Deisy se sintió feliz, no solo por lo que había hecho, sino también porque había superado su miedo. Con Lucas a su lado, se dio cuenta de que el mundo puede ser maravilloso, aunque a veces parezca intimidante.
- ¿Podemos volver a salir mañana? - preguntó Deisy con energía.
- ¡Claro! - respondió Lucas. - Mañana será una nueva aventura.
Llegaron a casa, y cuando Deisy aseguró la puerta, sintió que un nuevo capítulo había comenzado en su vida. Ya no sufriría más por el miedo.
- ¡Hasta mañana, Deisy! - se despidió Lucas mientras se iba a su casa.
Deisy se acostó esa noche con una sonrisa. Soñó con el perro, con los amigos, y con la calle mágica que se había abierto ante ella. Desde ese día, Deisy decidió que cada vez que sintiera miedo, recordaría el día en que lo venció con la ayuda de un amigo. Y así, la niña que temía salir, descubrió un mundo nuevo lleno de amigos y aventuras.
Desde entonces, Deisy no solo salió a la calle, sino que cada día exploraba algo nuevo, siempre acompañando a sus amigos, y así se convirtió en la niña más valiente del barrio.
FIN.