Dejar ir la caca y brillar



Había una vez una niñita llamada Luisana que vivía en un pequeño pueblo de Argentina. Desde muy pequeña, Luisana sufría de un problema muy incómodo: no podía hacer caca. Por más que intentaba, el popo simplemente no salía.

Luisana se sentía triste y avergonzada. Sus amigos del colegio no entendían por qué ella siempre estaba preocupada y a veces se ausentaba de la escuela.

Incluso los adultos pensaban que era solo timidez o falta de interés en aprender. Un día, mientras jugaba en el parque, Luisana conoció a Don Ramón, un señor mayor que solía pasear por allí todas las tardes. "Hola, ¿cómo te llamas?" -preguntó Don Ramón amablemente. "Me llamo Luisana" -respondió ella tímidamente.

Don Ramón notó la tristeza en los ojos de la niña y le preguntó qué le pasaba. Con lágrimas en los ojos, Luisana le contó sobre su problema para hacer caca.

Don Ramón escuchó atentamente y luego sonrió con ternura:"Luisana, quiero que sepas algo muy importante: no estás sola en esto. Muchas personas tienen problemas para hacer caca alguna vez en sus vidas". Luisana se sorprendió al escuchar eso.

Nunca había imaginado que otras personas también podrían tener dificultades como ella. Don Ramón continuó:"Pero lo más importante es nunca rendirse. Hay muchas maneras de ayudar a tu cuerpo a funcionar mejor".

El señor mayor explicó a Luisana la importancia de llevar una dieta saludable llena de frutas y verduras, beber suficiente agua y hacer ejercicio regularmente. También le dijo que debía evitar comer demasiados alimentos procesados o chatarra. Luisana comenzó a seguir los consejos de Don Ramón al pie de la letra.

Comió más ensaladas, bebió mucha agua y se unió a un equipo de fútbol en su escuela. Poco a poco, Luisana comenzó a notar cambios positivos en su cuerpo.

Se sentía con más energía y, lo más importante, pudo hacer caca por primera vez en mucho tiempo. Luisana estaba emocionada y corrió rápidamente hacia Don Ramón para contarle la buena noticia:"¡Don Ramón! ¡Hice caca! ¡Por fin!"Don Ramón sonrió orgulloso y abrazó a Luisana:"¡Eso es maravilloso! Estoy muy feliz por ti.

Recuerda siempre cuidar tu cuerpo y escucharlo. Él te dirá lo que necesita". Desde ese día, Luisana se convirtió en una defensora de la salud intestinal.

Hablaba con sus amigos sobre la importancia de llevar una vida saludable y cómo eso podía ayudarles también. Todos los niños del pueblo aprendieron sobre el problema de Luisana y comenzaron a cuidar mejor su alimentación.

Juntos crearon un huerto comunitario donde cultivaban frutas y verduras frescas para compartir entre ellos. Luisana nunca volvió a tener problemas para hacer caca gracias al amoroso apoyo de Don Ramón y el cambio positivo que hizo en su estilo de vida.

Ahora sabía que era valiente, fuerte e inspiradora para otros niños que enfrentaban desafíos similares. Y así, Luisana vivió felizmente el resto de sus días, sabiendo que había superado un obstáculo y ayudado a otros en el camino.

FIN.

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