Delfina, la guardiana del jardín


Delfina era una niña muy especial. Desde que llegó al jardín, todos los niños se sintieron atraídos por su alegría y simpatía. La maestra, la Seño Marta, quedó encantada con Delfi desde el primer momento.

"¡Hola! Soy Delfina, ¿tú cómo te llamas?" -dijo Delfi con una sonrisa radiante a una niña que estaba sola en un rincón del patio. "Hola, soy Sofía. ¿Quieres jugar conmigo?" -respondió la niña tímidamente.

Desde ese día, Delfina y Sofía se convirtieron en grandes amigas. Juntas descubrieron un mundo lleno de aventuras en el jardín. Delfi contaba historias increíbles a sus amigos durante el recreo, siempre con personajes divertidos y finales felices.

Un día, mientras jugaban en el arenero, escucharon a unos niños mayores burlándose de un compañero que no podía correr tan rápido como ellos. Delfina no dudó ni un segundo y se acercó al niño para consolarlo.

"No les hagas caso, cada uno tiene sus propias habilidades y eso nos hace únicos" -le dijo Delfi al niño con ternura. El pequeño sonrió por primera vez en todo el día gracias a las palabras reconfortantes de Delfina.

A partir de ese momento, él se unió al grupo de amigos de Delfi y juntos demostraron que la verdadera amistad va más allá de las diferencias. Un mes después, llegó el Festival del Jardín.

Todos los niños estaban emocionados porque iban a presentar una obra de teatro para sus familias. Delfina propuso hacer una adaptación de una de sus historias favoritas: "El hada que perdió su varita mágica". Los días previos al festival fueron intensos: ensayos, preparativos y nervios por doquier.

Pero Delfina siempre mantenía la calma y animaba a sus amigos cuando sentían miedo escénico. Llegó la noche del festival y todos estaban listos para salir al escenario. Las luces se atenuaron y comenzó la función.

Los niños actuaron maravillosamente bien gracias al liderazgo positivo de Delfina. Al finalizar la obra, las familias aplaudieron emocionadas y orgullosas del talento de los pequeños artistas.

La Seño Marta felicitó a todos por su esfuerzo pero especialmente destacó a Delfina por ser una gran inspiración para sus compañeros. Desde ese día, Delfina siguió contando historias llenas de valores como la amistad, la solidaridad y la autoaceptación. Su dulzura tocaba los corazones de todos los que tenían el privilegio de conocerla.

Y así fue como aquella niña llamada Delfina enseñó que nunca es demasiado pronto para empezar a cambiar el mundo con amor y bondad.

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