Delfy y el gol de la amistad



Había una vez una linda niñita llamada Delfy, que vivía en Argentina. Delfy tenía dos primos muy especiales llamados Matteo y Emma, quienes vivían en Italia.

Delfy extrañaba mucho a sus primos y siempre les preguntaba a sus papás sobre ellos. "¿Cuándo vendrán Matteo y Emma a visitarnos?" preguntaba Delfy con entusiasmo. Sus papás le explicaban que era difícil viajar tan lejos, pero que podían mantenerse en contacto por videollamadas.

Un día, mientras Delfy jugaba en su habitación, escuchó el sonido del teléfono. Era una videollamada de Matteo y Emma. ¡Delfy se emocionó tanto! Rápidamente agarró el teléfono y comenzó a hablar con sus primos. "Hola Matteo, hola Emma," saludó emocionada Delfy.

"¡Hola Delfy!" respondieron los primos al unísono. Delfy estaba ansiosa por saber qué juegos divertidos estaban jugando en Italia.

Les preguntó: "¿Qué juegos están jugando hoy?"Matteo tomó la palabra y dijo: "Hoy hemos estado jugando al fútbol en el parque cercano a nuestra casa. Es muy divertido correr detrás de la pelota y marcar goles". Aunque Delfy no sabía jugar al fútbol como sus primos mayores, eso no le importaba.

Ella quería aprender más sobre ese deporte tan popular en todo el mundo. "¡Quiero aprender a jugar al fútbol también! ¿Me enseñarían ustedes?", preguntó emocionada Delfy. Matteo y Emma se miraron el uno al otro con una sonrisa.

Les encantaba la idea de enseñarle a Delfy cómo jugar al fútbol. Decidieron que organizarían un pequeño torneo familiar cuando pudieran reunirse. "¡Claro que sí, Delfy! Será genial enseñarte a jugar al fútbol", respondió Matteo entusiasmado. Delfy estaba feliz por tener algo para esperar con ansias.

Mientras tanto, ella comenzó a practicar en su jardín chiquito, pateando una pelota hacia un arco imaginario. Pasaron los días y finalmente llegó el momento tan esperado: Matteo y Emma vinieron de visita desde Italia.

Delfy estaba emocionada y lista para aprender todo sobre el fútbol. La familia se reunió en el parque donde Matteo y Emma habían estado jugando antes.

Los primos explicaron las reglas del juego a Delfy y le mostraron cómo controlar la pelota con sus pies. "Puedes hacerlo, Delfy. Solo tienes que concentrarte y divertirte," dijo Emma animándola. Delfy siguió los consejos de sus primos y pronto comenzó a sentirse más cómoda con el balón.

Poco a poco, aprendió cómo pasarla entre ellos e incluso logró marcar algunos goles sorprendentes. Al final del torneo familiar, todos aplaudieron emocionados por los esfuerzos de Delfy.

Ella había demostrado que no importa cuán pequeña sea, siempre puede aprender cosas nuevas si tiene ganas de intentarlo. Días después de la visita de Matteo y Emma, Delfy siguió practicando en su jardín. Cada vez que jugaba al fútbol, recordaba a sus queridos primos y la divertida experiencia que compartieron.

A medida que pasaba el tiempo, Delfy se convirtió en una pequeña futbolista muy talentosa. Gracias a Matteo y Emma, había descubierto una nueva pasión por el deporte que le encantaba.

Y así, con cada gol marcado y cada sonrisa compartida, Delfy aprendió una valiosa lección: nunca hay que dejar de aprender nuevas cosas y siempre debemos estar dispuestos a explorar nuestras pasiones, sin importar cuán lejos estén nuestros seres queridos.

FIN.

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