Deme y el Tesoro de las Emociones
Había una vez una niña llamada Deme, a quien le fascinaban los robots. Pasaba horas y horas imaginando cómo sería el futuro, donde los robots pudieran hacer todas las tareas difíciles y divertidas.
Un día, mientras jugaba en su habitación llena de dibujos de robots y libros sobre tecnología, Deme tuvo una idea emocionante: ¡quería ir al futuro para conocer a los robots en persona! Sabía que eso era imposible, pero eso no la detuvo.
Decidió que haría todo lo posible para lograrlo. Deme comenzó a investigar en internet sobre inventores y científicos que trabajaban con robots. Descubrió a un genio llamado Dr. Robotech, quien estaba construyendo un robot increíblemente inteligente.
Sin perder tiempo, escribió una carta al Dr. Robotech explicándole su deseo de viajar al futuro. El doctor quedó impresionado por la pasión de Deme y decidió ayudarla.
Le envió un mensaje diciéndole que tenía algo especial para ella: ¡un reloj mágico capaz de llevarla al futuro! Deme se emocionó tanto que no podía creerlo. Siguiendo las instrucciones del doctor, ajustó el reloj mágico a la fecha exacta en la que quería viajar: veinte años en el futuro.
Cuando llegó ese día tan esperado, Deme tomó el reloj mágico y apretó el botón —"Ir" . De repente, sintió como si estuviera flotando en el aire mientras todo a su alrededor se volvía borroso.
Cuando finalmente llegó al futuro, Deme se encontró en una ciudad llena de luces brillantes y edificios altos. La gente caminaba con robots a su lado, que les ayudaban en todas sus tareas diarias. Deme estaba emocionada.
Se acercó a un grupo de niños que estaban jugando con un robot y les preguntó si podía unirse a ellos. Los niños aceptaron encantados y comenzaron a mostrarle todo lo que los robots podían hacer.
"Mira, este robot puede cocinar cualquier plato que le pidas", dijo uno de los niños mientras el robot preparaba una deliciosa pizza. "Y este otro puede tocar música y bailar como nadie", agregó otro niño mientras el robot hacia piruetas en el aire.
Deme quedó impresionada por todas las habilidades de los robots. Pero también se dio cuenta de algo importante: aunque eran increíbles e inteligentes, no tenían emociones como los seres humanos. Eso la hizo pensar en cómo ella misma era especial porque podía sentir alegría, tristeza y amor.
Comprendió que la tecnología era maravillosa, pero que también había cosas únicas en cada persona que ningún robot podría reemplazar. Al regresar al presente con su reloj mágico, Deme decidió compartir su experiencia con todos sus amigos y familiares.
Les contó sobre los avances tecnológicos del futuro y cómo los robots podrían ayudarnos en muchas cosas, pero también destacó la importancia de valorar nuestras propias cualidades especiales como seres humanos.
Desde ese día, Deme siguió soñando con un futuro lleno de robots inteligentes pero siempre recordando lo valioso que es ser único y tener emociones.
Y aunque nunca volvió a viajar al futuro, siempre llevó consigo la lección aprendida: que todos somos especiales de una manera u otra, y eso es lo que nos hace únicos en el mundo.
FIN.