Dermiurge y el Bosque de los Sueños



Había una vez, en un rincón del mundo, un hermoso bosque llamado el Bosque de los Sueños. Allí vivía Dermiurge, un cuidador espontáneo y lleno de amor por la naturaleza. Se decía que el bosque podía escuchar los sueños de todas las criaturas que lo habitaban y que cada árbol y flor estaba lleno de magia. Dermiurge pasaba los días cuidando de los animales, regando las plantas y conversando con los árboles.

Un día, mientras se asomaba a su ventana de hojas, Dermiurge escuchó un ruido extraño. Era como un rugido, pero no de un animal. Se acercó al claro del bosque y se dio cuenta de que una gran máquina de construcción estaba arrasando con los árboles.

-Dermiurge, ¿qué vamos a hacer? -preguntó un pequeño ciervo asustado.

-Debemos detener esto, amigo. ¡El bosque nos necesita! -respondió Dermiurge con determinación.

Sin perder tiempo, Dermiurge se acercó a la máquina. Pero a medida que se acercaba, un hombre con un casco se giró y lo miró raro.

-Hola, pequeño. ¿Vas a detenerme? -rió el hombre, mientras la máquina seguía aplastando las ramas y los arbustos.

-No, eso no lo voy a permitir. El bosque vive, respira y sueña, y no puedes destruirlo -exclamó Dermiurge con valentía.

El hombre soltó una risita burlona.

-Soy el encargado de limpiar este lugar. Aquí pronto habrá un nuevo centro comercial. -dijo mientras señalaba un mapa lleno de dibujos.

Dermiurge sintió que su corazón se oprimía. Pero no iba a rendirse tan fácilmente. Así que decidió pedir ayuda a los habitantes del bosque.

Todo el bosque se reunió esa noche. Los búhos, las ardillas, las flores y hasta las tortugas vinieron a escucharlo.

-Amigos, necesitamos unirnos y salvar nuestro hogar. Les propongo un plan -dijo Dermiurge, y todos lo miraron con curiosidad.

-Iremos a hablar con los humanos. Debemos mostrarles lo valioso que es nuestro bosque y lo que perderían si lo destruyen. -agregó.

Los animales asintieron enérgicamente. Todos entendieron que cada uno podía aportar algo. Los pájaros podrían volar alto y observar el lugar, las ardillas podrían recoger hojas para hacer carteles, y las flores podrían agradar a los corazones humanos.

Así, una vez terminado el plan, se pusieron a trabajar. Al día siguiente, Dermiurge y los animales se acercaron al sitio de construcción.

-Los invito a venir con nosotros, vení que va a ser una experiencia única -decía un globo de aire que flotaba, pintado por las ardillas.

El hombre, ahora más curioso, dejó de trabajar y se acercó.

-¿Qué es esto? -preguntó.

Dermiurge se tomó un respiro profundo, buscando palabras con la magia del bosque en su interior.

-Ven a conocer el bosque. Te prometo que es más hermoso de lo que imaginas. Cada árbol tiene una historia, cada animal un sueño. -dijo Dermiurge, mientras los demás animales se movían en armonía a su alrededor.

El hombre dudó pero luego decidió seguirlos, intrigado. Se adentró en el bosque junto a Dermiurge y los animales. El aire era fresco, cantaban los pájaros, y el sol se filtraba a través de las hojas creando luces danzantes.

-¿No es hermoso? -preguntó Dermiurge.

-Sí... no sabía que todo esto existía aquí -murmuró el hombre mientras sus ojos se llenaban de maravilla.

A medida que se adentraban más, Dermiurge le contó historias, le mostró los árboles donde las ardillas jugaban y el arroyo donde los animales venían a beber agua.

-Al final, ¿qué preferís? ¿Un lugar donde los sueños se hacen realidad o un centro comercial lleno de ruido y gente? -preguntó Dermiurge.

El hombre reflexionó por un instante y luego miró a su alrededor, sintiendo la vida del bosque.

-Entiendo. Tal vez, deberíamos proteger este lugar en lugar de destruirlo -respondió finalmente, mirando a Dermiurge con una sonrisa.

Dermiurge sintió un gran alivio. Al día siguiente, el hombre regresó con sus compañeros de trabajo. Le explicaron lo que habían visto y, poco a poco, fueron síndicos de conservación.

El centro comercial nunca se construyó. En su lugar, el Bosque de los Sueños se convirtió en un espacio protegido donde todos podrían disfrutar de su belleza.

Dermiurge siguió cuidando del bosque, y cada vez que un niño venía a visitarlo, les contaba la historia de cómo habían salvado su hogar.

Y así, Dermiurge y los habitantes del bosque aprendieron que cada uno, grande o pequeño, puede hacer del mundo un lugar mejor, solo con amor y valentía.

FIN.

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