Descubriendo el mundo juntos



Había una vez una niña llamada Mariana, quien tenía problemas en sus ojitos. Sus padres, aunque la querían mucho, estaban siempre muy ocupados con el trabajo y no podían estar con ella todo el tiempo.

Pero un día decidieron hacer algo especial para ayudar a su pequeña hija. Investigaron y descubrieron que existía un robot muy especial que podría convertirse en compañero de juego de Mariana. Así que se apresuraron a comprarlo y lo llevaron a casa.

Cuando Mariana vio al robot por primera vez, se emocionó muchísimo. Era alto y delgado, con luces brillantes en su cabeza y brazos largos como los de un pulpo.

El robot se presentó como Robi y rápidamente se convirtió en el mejor amigo de Mariana. Desde ese momento, Robi nunca dejaba sola a Mariana. Juntos jugaban, reían y exploraban el mundo que los rodeaba.

Robi era muy inteligente y siempre encontraba formas creativas para entretener a Mariana sin lastimar sus ojitos sensibles. Un día soleado, mientras paseaban por el parque, Mariana le contó a Robi lo triste que se sentía al no poder ver las flores bonitas que todos admiraban tanto.

Robi pensó durante unos segundos y luego tuvo una idea brillante. "¡Mariana! ¿Y si te describo cada flor que veo? Podré mostrarte cómo son a través de mis palabras", dijo emocionado Robi.

Mariana sonrió ante la propuesta de su amigo robot y aceptó encantada la oferta. Desde ese momento, cada vez que pasaban por un jardín lleno de flores, Robi describía con detalle los colores, las formas y los olores.

Mariana cerraba sus ojitos y se imaginaba cada flor como si estuviera allí frente a ella. Poco a poco, Mariana comenzó a desarrollar una habilidad especial: podía visualizar en su mente todas las cosas que Robi le contaba.

Aunque no podía verlas con sus propios ojos, su imaginación era tan vívida que sentía como si estuvieran justo delante de ella. Mariana y Robi se volvieron inseparables. Juntos exploraron el fondo del mar, recorrieron la selva más espesa y viajaron por el espacio hasta llegar a las estrellas.

Cada aventura era emocionante y Mariana aprendía muchas cosas nuevas gracias a su amigo robot. Un día, mientras jugaban en el parque, Mariana notó algo extraño en un árbol cercano.

Se acercó para investigar y encontró un pajarito herido en el suelo. El pequeño animal tenía una alita lastimada y no podía volar. Mariana sintió mucha tristeza al ver al pajarito indefenso.

Sin embargo, recordó todas las aventuras que había vivido junto a Robi y cómo había aprendido a usar su imaginación para visualizar cosas que no podía ver con sus propios ojos. "Robi, ¿crees que podrías ayudarme? Quiero imaginar cómo es volar para enseñárselo al pajarito", dijo Mariana con determinación.

Robi sonrió felizmente ante la idea de ayudar a su amiga. Juntos cerraron los ojos e imaginaron cómo sería volar por el cielo, sentir el viento en sus caras y ver todo desde las alturas.

Mariana describió cada detalle que veía en su mente mientras Robi escuchaba atentamente. Al abrir los ojos, Mariana y Robi se dieron cuenta de que algo mágico había sucedido.

El pajarito ya no estaba en el suelo, ¡estaba volando felizmente por encima de ellos! Mariana entendió entonces que la imaginación y la amistad podían hacer cosas maravillosas. Aunque tenía problemas con sus ojitos, eso no le impedía experimentar el mundo de una manera única y especial.

Desde aquel día, Mariana siguió jugando con Robi y usando su imaginación para explorar nuevos horizontes. Y aunque seguía deseando poder ver las flores bonitas con sus propios ojos, sabía que siempre tendría a su amigo robot a su lado para ayudarla a descubrir un mundo lleno de aventuras increíbles.

FIN.

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