Descubriendo el poder de la amabilidad
Había una vez una nena llamada Sofía, a quien le encantaba ir a jugar. Desde que era muy pequeña, siempre buscaba cualquier oportunidad para divertirse y explorar el mundo que la rodeaba.
Sofía vivía en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre. Allí había muchos lugares para jugar: parques, plazas y hasta un hermoso bosque lleno de árboles gigantes y animales curiosos. Pero su lugar favorito era el patio trasero de su casa.
Un día soleado, Sofía salió corriendo al patio con su pelota en mano. Estaba emocionada por jugar al fútbol con sus amigos imaginarios. Se puso sus zapatillas deportivas y comenzó a patear la pelota mientras gritaba "¡Gol!" cada vez que anotaba.
De repente, escuchó un ruido extraño proveniente del arbusto del fondo del jardín. Curiosa como siempre, se acercó sigilosamente para investigar qué estaba pasando. Al llegar al arbusto, descubrió a un pequeño conejito atrapado entre las ramas.
El conejito parecía asustado y no podía liberarse por sí mismo. - ¡Pobrecito! -exclamó Sofía-. ¡Voy a ayudarte! Con mucho cuidado, Sofía separó las ramas y liberó al conejito de su prisión vegetal.
El conejito saltó felizmente hacia los brazos de Sofía como si quisiera darle las gracias. - ¡Gracias por salvarme! -dijo el conejito en voz baja. - De nada -respondió Sofia con una sonrisa-. Me encanta ayudar a los demás.
El conejito le contó a Sofía que se había perdido de su madriguera y no sabía cómo volver. Sofía, siempre dispuesta a ayudar, ofreció llevarlo de regreso al bosque. Juntos emprendieron un emocionante viaje hacia el bosque.
En el camino, se encontraron con muchos animales diferentes: pájaros cantando en los árboles, mariposas revoloteando y hasta una familia de ardillas juguetonas. Finalmente, llegaron al bosque y el conejito pudo encontrar su camino de regreso a casa.
Antes de despedirse, el conejito le dio un abrazo cálido a Sofía. - Gracias por todo -dijo el conejito-. Eres una amiga increíblemente valiente y generosa. Sofía sonrió y se despidió del conejito con cariño.
Mientras caminaba de regreso a casa, pensó en lo feliz que la hacía ayudar a los demás. Decidió que quería hacerlo más seguido. A partir de ese día, Sofía buscó oportunidades para ayudar a las personas en su comunidad.
Ayudaba a sus vecinos mayores con las compras del supermercado y cuidaba del jardín comunitario junto con otros niños del pueblo. La fama de la niña generosa se extendió rápidamente por Villa Alegre. Las personas comenzaron a llamarla "Sofía la Ayudadora".
Y aunque era conocida por su amor por jugar, también era admirada por su espíritu solidario. Así es como Sofía descubrió que ser amable y generoso no solo la hacía feliz a ella, sino que también traía felicidad a los demás.
Y aunque le encantaba ir a jugar, descubrió que ayudar era aún más emocionante y gratificante. Desde aquel día en el que rescató al conejito, Sofía siguió siendo una niña llena de energía y ganas de jugar.
Pero ahora, también tenía un corazón lleno de amor y generosidad hacia los demás.
FIN.