Descubriendo juntos
Había una vez en un barrio tranquilo de Buenos Aires, una nena llamada Lola y un niño llamado Mateo que eran grandes amigos. Les encantaba jugar juntos todos los días después de la escuela.
Un día, mientras jugaban en el parque, se les ocurrió una idea genial. - ¡Mateo, ¿qué te parece si dibujamos las partes de nuestro cuerpo? Podemos aprender cómo se llaman cada una! - propuso entusiasmada Lola.
- ¡Qué buena idea, Lola! Así podremos saber más sobre nuestro cuerpo y divertirnos dibujando juntos - respondió Mateo emocionado. Los dos amigos sacaron sus lápices y papel y comenzaron a dibujar. Primero dibujaron sus cabezas con los ojos, la nariz, la boca y las orejas.
Luego siguieron con el cuello, los brazos, las manos y los dedos. - ¡Mira Mateo! Este es mi codo y aquí están mis rodillas - exclamó Lola señalando sus dibujos.
- ¡Sí! Y este es mi pie con los dedos y el talón. Qué divertido es aprender así - dijo Mateo riendo. Continuaron dibujando juntos durante horas, nombrando cada parte del cuerpo en voz alta para recordarlas mejor.
Descubrieron que tenían costillas en el pecho, ombligos en la barriga y hasta uñas en los dedos de los pies. De repente, mientras estaban concentrados en sus dibujos, escucharon un ruido extraño proveniente del arbusto cercano. Con valentía se acercaron sigilosamente para descubrir qué era.
Para su sorpresa encontraron a un pajarito herido que no podía volar. - ¡Pobrecito! Parece que se lastimó una ala. Debemos ayudarlo - dijo preocupada Lola. Decidieron llevar al pajarito a casa de Mateo para curarlo con cuidado.
Buscaron en internet cómo hacerlo correctamente e improvisaron un pequeño nido con ramitas y algodón para que pudiera descansar cómodamente mientras sanaba su ala herida.
Después de unos días de cuidados amorosos, el pajarito recuperó fuerzas y pudo volar nuevamente por el cielo azul del barrio. Lola y Mateo sintieron una gran alegría al verlo libre otra vez gracias a su ayuda desinteresada.
- ¡Qué increíble aventura hemos vivido juntos! Aprendimos sobre nuestro cuerpo mientras ayudábamos a un amiguito alado - expresó sonriente Lola abrazando a Mateo. - Sí, fue emocionante descubrir lo mucho que podemos lograr cuando trabajamos en equipo y ponemos todo nuestro corazón en ello - agregó Mateo emocionado.
Desde ese día, Lola y Mateo valoraron aún más la importancia de conocer su propio cuerpo y estar atentos a las necesidades de quienes los rodeaban. Se convirtieron en grandes defensores del bienestar animal y continuaron aprendiendo juntos cada día nuevas cosas maravillosas sobre el mundo que los rodeaba.
FIN.