Descubriendo la calma


Había una vez un niño llamado Martín que tenía un problema muy grande: solía pegar a sus amigos. Aunque no lo hacía por maldad, sino porque se enfadaba fácilmente y no sabía controlar su ira.

Un día, Martín estaba jugando en el parque con sus amigos Lucas y Sofía. Estaban construyendo un castillo de arena cuando Lucas accidentalmente derribó la torre que había hecho Martín.

Martín se enfureció tanto que sin pensarlo dos veces le dio un golpe a Lucas. Sofía se asustó mucho y le dijo:- ¡Martín! ¿Por qué hiciste eso? No está bien pegarle a los demás. Martín bajó la cabeza avergonzado y dijo:- Lo siento, no sé qué me pasa.

Me enojo mucho rápido y no puedo evitarlo. Sofía le respondió con ternura:- Entiendo que te enojes, pero eso no significa que debas lastimar a los demás. Necesitas aprender a controlarte y encontrar mejores formas de expresar tu frustración.

Lucas, aunque aún dolía del golpe, también intervino:- Tienes razón, Martín. La próxima vez que te sientas enojado, intenta contar hasta diez o respirar profundo para calmarte antes de reaccionar violentamente.

Martín reflexionó sobre las palabras de sus amigos y decidió hacerles caso. A partir de ese momento, cada vez que sentía rabia o frustración contaba hasta diez antes de actuar impulsivamente. Poco a poco, Martín fue mejorando su autocontrol y aprendió nuevas formas más positivas de resolver conflictos.

En lugar de pegarle a sus amigos, comenzó a hablar con ellos para expresar cómo se sentía y encontrar soluciones juntos.

Un día, Martín estaba jugando al fútbol con Lucas y Sofía cuando uno de los niños del equipo contrario le hizo una falta. Martín sintió nuevamente esa furia en su interior, pero esta vez recordó lo que sus amigos le habían enseñado. Respiró profundamente y decidió no dejarse llevar por la ira.

En lugar de eso, se acercó al niño que le había hecho la falta y le dijo:- Me has golpeado muy fuerte, pero en lugar de devolverte el golpe quiero pedirte que no lo hagas más. Podemos jugar limpio y divertirnos sin lastimarnos.

El niño del otro equipo se sorprendió por las palabras de Martín y aceptó su propuesta. A partir de ese momento, todos los niños aprendieron a respetarse mutuamente durante el juego.

Martín se dio cuenta de que había logrado cambiar gracias a la ayuda de sus amigos. Estaba orgulloso de sí mismo porque ya no pegaba a nadie y tenía relaciones más sanas con los demás.

Desde aquel día, Martín fue un ejemplo para otros niños que también tenían problemas similares. Les enseñaba cómo controlar su ira y buscar soluciones pacíficas a los conflictos. Y así, Martín demostró que siempre hay una forma mejor de lidiar con nuestras emociones negativas.

Aprendió a ser paciente, respetuoso y comprensivo con los demás, convirtiéndose en un amigo valioso para todos.

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